En una entrevista en el programa “Despertar Político”, Francisco Javier García, alto dirigente del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), afirmó: “La corrupción no tiene partido”. Según el político, la corrupción no es una ideología ni una doctrina, sino una decisión individual que no forma parte del estatuto institucional.
Los partidos políticos son vehículos de representación democrática, pero no son inmunes a la fragilidad humana. Cuando un dirigente comete un acto de corrupción, no lo hace en nombre del partido, sino en nombre propio.

La ley establece que la responsabilidad penal es personal. No se condena al partido, se condena al individuo. Sin embargo, en la práctica, el daño se extiende en perjuicio tanto del partido como del jefe de Estado representante de la organización política.
En República Dominicana, los escándalos de corrupción han mostrado un patrón: altos dirigentes de partidos en el poder, administrando recursos del erario, terminan implicados en prácticas ilícitas. Si bien la corrupción no tiene partido, los partidos sí tienen memoria, estructura y deber ético de prevenir, sancionar y depurar.
La frase de García puede interpretarse como una invitación a distinguir entre la institución y el individuo, entre el poder legítimo y el abuso del poder. Si la corrupción no tiene partido, entonces todos los partidos deben desarrollar anticuerpos, aunque son indirectamente responsables por relegar los principios ideológicos que les dieron origen.
Si la corrupción no tiene partido, entonces los partidos no pueden seguir actuando como si no tuvieran responsabilidad. Las cúpulas deben entender que la tolerancia, el encubrimiento o la indiferencia ante los actos corruptos de sus miembros los convierte en cómplices morales.
Al presidente de la República, como jefe de Estado y líder de su organización política, le corresponde dar el ejemplo. No bastan los discursos sobre transparencia; se requiere acción, depuración y voluntad de romper con la lógica del reparto y el silencio.
La ciudadanía observa. Y la historia no absuelve a quienes, pudiendo frenar la corrupción, prefirieron mirar hacia otro lado. Que esta advertencia sea un llamado urgente a la responsabilidad política.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**


