Por: Elizabeth Ogando
El Pregonero, La Caleta, Boca Chica. – En el distrito municipal La Caleta, caminar o conducir se ha convertido en un desafío cotidiano. Las calles, plagadas de hoyos y con aceras en ruinas, se inundan con cada llovizna, dejando a sus residentes atrapados entre el lodo, la frustración y las promesas incumplidas de las autoridades.

Eddy Valdez, un residente de la zona, describe el panorama con resignación y enojo: “El estado actual de las calles es pésimo. Las aceras no sirven y las calles se llenan de agua apenas cae una llovizna”.
Según relata, esta situación afecta no solo a los peatones, sino también al transporte público y privado, generando retrasos, daños a los vehículos y una creciente desesperanza entre los habitantes.
Los comerciantes también sienten el golpe.
“Si las calles estuvieran en mejores condiciones, habría más tránsito, más ventas, más vida en la comunidad”, explica Valdez. Sin embargo, lo que comenzó como una molestia económica se ha transformado en un riesgo para la vida.
“Varias personas han caído en los huecos y muchas han perdido la vida o han quedado lesionadas, sobre todo los motoristas”, lamenta.
La comunidad ha intentado hacerse escuchar. Han realizado protestas y denuncias públicas, pero los resultados son mínimos.
“Las autoridades solo dan soluciones parciales, tapan un pedazo y a los pocos días vuelve el mismo problema”, dice Valdez.
Durante años, distintos síndicos y autoridades locales han prometido la reparación total de las calles, “asfaltar hasta el último callejón”, pero esas palabras, asegura el entrevistado, “se las ha llevado el viento”.
Para los residentes, la falta de acción es incomprensible, especialmente considerando que La Caleta alberga el Aeropuerto Internacional de Las Américas (AILA), una de las principales puertas de entrada al país.
“Con calles en mejores condiciones habría más inversiones, más empleos y más desarrollo”, enfatiza Valdez.
Mientras tanto, los habitantes de La Caleta siguen esperando que el progreso prometido llegue también a sus calles. Cada charco y cada bache son testimonio del abandono estatal y de una deuda social que aún está pendiente de saldarse.


