Villa Altagracia, República Dominicana.– Una joven identificada como Lismary de Jesús Muñoz, de 18 años, dejó de existir tras no recibir atención en un hospital de tercer nivel debido a la falta de camas disponibles. El hecho ha generado preocupación en la comunidad y reabre el debate sobre los protocolos actuales del sistema hospitalario nacional.

Lismary fue llevada en estado crítico al hospital municipal de Villa Altagracia luego de verse involucrada en un suceso vehicular. Su traslado a un centro con mayor capacidad fue solicitado con urgencia, pero las condiciones del sistema de referencia hospitalaria impidieron su admisión inmediata. Esta situación reflejó una vez más los desafíos estructurales que enfrenta el sector salud.

De acuerdo con lo establecido por el Servicio Nacional de Salud, ningún paciente puede ser ingresado a un hospital de tercer nivel si no hay camas disponibles. Este protocolo aplica incluso para personas con condiciones graves como infartos, traumas severos o eventos neurológicos agudos. En el caso de Lismary, el tiempo de espera resultó determinante.
Este protocolo responde a la limitación de espacios físicos en los centros de atención avanzada, pero su aplicación ha provocado situaciones similares en otras regiones del país. Familiares, profesionales médicos y representantes comunitarios han manifestado su inconformidad, argumentando que la urgencia médica debería tener prioridad sobre la capacidad instalada.
Desde Villa Altagracia, varias voces se han alzado solicitando la creación de un hospital de tercer nivel en la zona. También se propone, como alternativa, la habilitación de una unidad especializada para emergencias cardiovasculares y traumas complejos. Estas medidas, según afirman, permitirían una respuesta más rápida ante situaciones críticas.

Un familiar de Lismary expresó el sentir de muchos residentes: “Aquí no se pide lujo, se pide vida”, enfatizando que el pedido no es por infraestructura ostentosa, sino por atención médica adecuada cuando más se necesita. Este clamor resume la frustración de una comunidad que enfrenta limitaciones para acceder a servicios médicos especializados.
La historia de Lismary se suma a otras similares que evidencian los retos del sistema de salud en contextos de emergencia. Mientras no se modifiquen los procedimientos que condicionan la atención a la disponibilidad física, muchas personas seguirán sin recibir el auxilio requerido a tiempo.


