Javier Acosta, un bogotano de 36 años, se convirtió en protagonista de una historia marcada por la lucha y la dignidad al optar por la eutanasia, tras una prolongada batalla contra una serie de complicaciones médicas.
La vida de Javier cambió drásticamente hace nueve años, cuando un accidente de tráfico lo dejó en silla de ruedas. Sin embargo, su calvario no terminó ahí.
Poco después, contrajo una bacteria en una piscina, desencadenando una grave infección ósea conocida como osteomielitis, que progresó hasta transformarse en un cáncer en la sangre.
A pesar de los esfuerzos médicos durante cinco largos años, los tratamientos no lograron frenar el avance de la enfermedad. La infección, que inicialmente afectó sus huesos, se extendió a su cabeza, agravando aún más su estado de salud. La realidad de una vida atrapada en un hospital, sumado al deterioro constante de su cuerpo, llevó a Javier a tomar la difícil decisión de someterse a la eutanasia, un derecho legal en Colombia para quienes padecen enfermedades terminales o incurables.
Consciente del impacto de su decisión, Javier compartió que su hija de 12 años fue una de las principales motivaciones detrás de su elección. Lejos de huir de la responsabilidad, Javier pensó en el futuro de su hija y en cómo su sufrimiento podría afectar su desarrollo y bienestar. «Al imaginarme mi vida sin piernas, tumbado en una cama, con antibióticos, viendo a mi hija cuidarme y perdiendo la oportunidad de tener una niñez y una juventud, dije: ‘sí lo quiero’», expresó Javier, reafirmando su deseo de proteger a su familia del peso de su enfermedad.
Javier Acosta fue un apasionado del fútbol y fiel seguidor del equipo Millonarios. Su historia conmovió incluso a figuras del deporte como Radamel Falcao, quien se comunicó con él antes de su partida, prometiéndole dedicar su próximo gol al equipo que tanto amaba.
En las horas previas a su muerte, un grupo de hinchas de Millonarios se congregó afuera de la clínica donde estaba internado, en un intento por persuadirlo de no llevar a cabo su decisión final.
A pesar de los ruegos, Javier se mantuvo firme, sabiendo que estaba eligiendo lo mejor para él y su familia.
El pasado viernes, Javier Acosta dejó este mundo con la paz de haber tomado el control de su destino en medio de un camino lleno de obstáculos y dolor, demostrando que la dignidad y el amor por los suyos guiaron cada una de sus decisiones.