En un intento por abordar la alarmante problemática de la violencia de género, ha surgido un proyecto de ley que propone incorporar clases de defensa personal para niñas como medida preventiva. A primera vista, esta propuesta puede parecer plausible, incluso empoderadora, pero un análisis más profundo revela una serie de problemas y contradicciones que no pueden pasarse por alto.
Es fundamental comenzar desmitificando la idea de que la violencia de género puede resolverse mediante la enseñanza de técnicas de autodefensa. Aunque estas habilidades pueden ser útiles en algunas situaciones, centrar la atención en ellas desvía la responsabilidad del Estado y la sociedad en su conjunto de abordar las causas profundas de la violencia de género. La raíz del problema no reside en la falta de habilidades defensivas de las mujeres y niñas, sino en estructuras sociales arraigadas, como el patriarcado y la desigualdad de género.
Además, existe el riesgo de que este enfoque refuerce la continua culpabilización de la víctima, al sugerir que las mujeres y niñas son responsables de protegerse a sí mismas, perpetuando la idea de que las víctimas podrían haber evitado su sufrimiento o muerte si tan solo hubieran sido más hábiles en la defensa personal. Esta narrativa peligrosa no solo es falsa, sino que también debilita los esfuerzos para responsabilizar a los agresores y minimiza la promoción de una cultura de respeto y equidad.
Otro aspecto para considerar es la efectividad real de estas clases de defensa personal, aun cuando pudieran proporcionar a las niñas y las adolescentes cierto nivel de confianza y habilidades físicas básicas, no hay evidencia sólida que respalde su capacidad para prevenir la violencia de género a mediano o largo plazo. La violencia es un fenómeno profundamente arraigado en nuestras estructuras sociales, por lo que no puede ser erradicada simplemente mediante la enseñanza de técnicas de autodefensa, esta perspectiva ignora la complejidad del problema y distrae de las intervenciones significativas y sustanciales que se requieren.
En lugar de enfocarnos en la aprobación de una ley que incluya programas de defensa personal para niñas, sería más efectivo que nuestras legisladoras y legisladores se aboquen a la revisión y aprobación de la propuesta de «Ley Integral de Prevención, Atención, Persecución, Sanción y Reparación, para la Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres». Proyecto de ley que fue sometido por el Poder Ejecutivo en el año 2022 y que actualmente se encuentra perimido.
Igualmente es urgente aprobar legislaciones que promuevan la igualdad de género y los derechos humanos, así como implementar programas integrales de educación en todos los niveles del sistema educativo, que incluirían la enseñanza de habilidades para la vida, comunicación efectiva, la resolución pacífica de conflictos y la construcción de relaciones saludables, así como la promoción de valores de igualdad, respeto y dignidad para todas las personas.
Indispensable es capacitar a profesionales en el sistema de justicia y servicios conexos para abordar adecuadamente los casos de violencia de género e intrafamiliar y proporcionar el apoyo necesario a las víctimas, creando una real coordinación entre las instancias involucradas y un funcionamiento y capacidad adecuados a lo demanda esta problemática.
Es tentador importar iniciativas de otros países sin profundizar en los resultados y circunstancias de estas. Es cierto que con apoyo de organismos internacionales, varios países han implementado programas de autodefensa, pero siempre como parte de estrategias más abarcadoras, que promueven y protegen de manera integral, la seguridad y bienestar de las niñas, adolescentes y mujeres.
La idea de incorporar clases de defensa personal para niñas y adolescentes en las escuelas públicas, aunque puede surgir de una buena intención, es una propuesta de solución reductiva y superficial que no aborda las causas fundamentales de la violencia de género. En lugar de centrarse en enseñar a las niñas a defenderse, debemos trabajar hacia la creación de una sociedad donde la violencia de género sea inaceptable en todas sus formas y donde se promuevan relaciones basadas en el respeto mutuo, la igualdad y la dignidad humana. Solo entonces podremos avanzar hacia un futuro donde todas las personas vivamos libres de miedo y violencia.