Historia y resistencia en torno al cementerio de esclavos

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Conseguir que unos terrenos bajo los que descansan cadáveres de afroamericanos esclavizados en Estados Unidos y sus familiares estén en manos de la comunidad de descendientes para cuidarlos y protegerlos de quienes niegan su existencia y ponen en peligro su integridad.

Este es el propósito que mueve desde hace ya más de siete años a Bethesda African Cemetery Coalition (BACC), una organización que nació en la Iglesia Bautista Macedonia de la localidad que le da nombre.

Bethesda (Maryland), donde tiene lugar la disputa por proteger el cementerio de esclavos Moses Macedonia, es un suburbio de unos 70.000 habitantes a poco más de 10 kilómetros al noroeste de Washington DC.

“Esto es la escena de un crimen”, sentencia conmocionada la presidenta de BACC, la doctora Marsha Coleman-Adebayo, desde un aparcamiento en la parte trasera del complejo de apartamentos Westwood Tower, en la zona de River Road de la población.

Las tensiones sobre el histórico cementerio encuentran sus raíces justo allí, un espacio pavimentado donde, entre 1911 y 1958, se enterraron vecinos de una comunidad afroamericana radicada cerca del río y que se dedicaba a la ganadería y a las plantaciones de tabaco.

Una cotidianidad que acabó cuando el grupo supremacista blanco Ku Klux Klan (KKK) se instaló en la zona y empezó a promover actos violentos hasta conseguir despoblar la comunidad de River Road al 100 %, según explica a EFE desde el lugar de los hechos Coleman-Adebayo.

En los últimos años, el condado de Montgomery ha tratado de seguir construyendo sobre las tierras en las que hay enterrados, según los activistas, alrededor de 500 cuerpos, una aspiración que chocó contra la oposición frontal de los miembros de BACC.

“Luchamos por nuestros antepasados y contra la profanación del cementerio. Tenemos que decir la verdad sobre una historia que las autoridades quieren negar con falsas narrativas”, dice uno de los opositores, Robert Stubblefield.

Actualmente, las parcelas son propiedad de la Comisión de Oportunidades de Vivienda (HOC, por sus siglas en inglés), una agencia gubernamental con el objetivo de responder a la necesidad de crear vivienda accesible en el condado.

Pero esta comisión pretende vender los terrenos del cementerio a un propietario privado. Los activistas sospechan que esta venta dificultaría su defensa en los tribunales porque, en su opinión, las leyes estadounidenses protegen más lo privado que lo público.

Tira y afloja en los tribunales

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Dadas las circunstancias, en 2021 los protestantes elevaron la cuestión ante el Tribunal de Circuito de Montgomery con una demanda que sostenía que HOC debía tener aprobación judicial previa para vender las parcelas del cementerio histórico y el juez les dio la razón.

La comisión recurrió la decisión ante el Tribunal de Apelación de Maryland y, esta vez, el órgano falló en favor de HOC, por lo que el ente es libre de vender los terrenos del antiguo cementerio Moses Macedonia.

HOC defiende que interpretó correctamente las leyes y que no pretende vulnerar los derechos de los descendientes porque reconoce su “importancia histórica”, pero los defensores del cementerio no se rinden y ahora la cuestión se está revisando en el Tribunal Supremo de Maryland.

Mientras no llegue la sentencia, “el BAC seguirá presionando a cualquier posible comprador para que se le haga incómoda la adquisición y retire su oferta”, tal y como afirma otro miembro, Ari Gutman.

Un asunto de fondo que pervive

“Después de la Proclamación de Emancipación en 1863, en esta zona había una comunidad negra muy vibrante” hasta que el Ku Klux Klan quiso acabar con su prosperidad y les quitó las tierras de cultivo, detalla Coleman-Adebayo.

Pero aunque dicha proclama cambió el estatus legal federal de algunos afroamericanos de ‘esclavo’ a ‘libre’, los entrevistados aseguran que el racismo permanece en la sociedad estadounidense y lo señalan como una de las causas principales de este asunto.

“Es innegable que la idea de que los negros son ciudadanos de segunda aún está instaurada en Estados Unidos”, lamenta Gutman.

Prueba de ello, según Stubblefield, es que existen más cementerios de esclavos en el país con vulneraciones similares. “El racismo estructural es un problema nacional”, concluye.

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