¿Qué tienen en común la pandemia del 2020 y el colapso del puente Francis Scott Key en Baltimore, Maryland? Son tragedias que han expuesto el vital papel que juegan los trabajadores esenciales, 23 millones de ellos no ciudadanos y 5.2 millones de esos indocumentados, desde los que realizan labores de limpieza hasta médicos, cuidadores, enfermeros, paramédicos, trabajadores agrícolas y empleados de la construcción, como los seis que perecieron el 25 de marzo mientras pavimentaban el asfalto del desaparecido puente.
Históricamente estos inmigrantes realizan labores difíciles y vitales. Pero son invisibles para gran parte de la población y para la clase política hasta que algún evento expone el importante papel que tienen en nuestras vidas y en la economía.
Ocurrió durante la pandemia cuando millones de inmigrantes siguieron laborando cuando no se sabía qué era el Covid 19 y no había vacuna. Y el 25 de marzo, cuando un carguero impactó una viga del puente en Baltimore lanzando seis almas a su muerte, se supo que eran inmigrantes de México y Centroamérica que laboraban de madrugada asfaltando el pavimento.
Además de su necesaria mano de obra, aportan millones al fisco: se calcula que los 5.2 millones de trabajadores esenciales indocumentados (incluidos casi un millón de Dreamers), pagan casi $80 mil millones de dólares anuales en impuestos federales y $41 mil millones en impuestos estatales y locales.
La lógica nos llevaría a concluir que si algo es esencial, es indispensable y por ende, estos trabajadores deberían ser legalizados. De hecho, en medio de la pandemia y después legisladores demócratas presentaron proyectos de ley para legalizarlos, pero no han pasado del intento.
Por el contrario, el sacrificio de estos trabajadores es nulo para políticos republicanos como Donald Trump, quien en un evento de campaña en Michigan el martes intensificó sus ataques contra los inmigrantes tildándolos de criminales y “animales”.
“Estoy hoy ante ustedes para denunciar el baño de sangre en la frontera de Joe Biden, eso es lo que es”, afirmó Trump.
El presidente Biden, por su parte, planifica visitar la escena de la tragedia de Baltimore el viernes. Biden podría usar este momento para reconocer la titánica labor de estos trabajadores y por qué no, promover su regularización. Conceder permisos de trabajo a estos trabajadores mediante diversos mecanismos marcaría claros contrastes con la xenofobia de Trump y ayudaría a Biden a entusiasmar a votantes para quienes este tema es importante.
Muchos de estos indocumentados llevan más de 20 años en este país y tienen hijos y familiares ciudadanos que sí votan y agradecerían que se dignifique el trabajo y las contribuciones de sus padres, madres y familiares.
En el 2012 el presidente demócrata, Barack Obama, enfrentaba una dura reelección golpeado por la oposición inicial al Obamacare entre algunos sectores, y porque intensificó las deportaciones a pesar de prometer una reforma migratoria en el 2008.
Los Dreamers exigieron alivio migratorio mediante orden ejecutiva y Obama decía que no podía hacerlo y que el Congreso tenía que actuar. Sin embargo, adentrado el verano parece que su campaña se percató de que los latinos estaban desencantados con Obama por el tema migratorio. Ese verano visité varios estados críticos para ganar la Casa Blanca para entrevistar votantes y la respuesta era la misma: estaban considerando no votar por Obama.
La presión de los Dreamers y el temor a que un importante sector electoral se quedara en casa llevaron a Obama a girar DACA el 15 de junio de 2012 otorgando permisos de trabajo y protección de la deportación a miles de Dreamers. DACA está enfrascado en una batalla legal, pero los 600,000 beneficiarios siguen renovando sus permisos de trabajo, aunque no se procesan nuevas solicitudes de otros miles que siguen en un limbo migratorio. Y Obama aumentó su porcentaje de apoyo hispano en 2012.
Tomar acciones audaces en año electoral, aunque no muy común, moviliza votantes y beneficiaría a millones de trabajadores esenciales