Altagracia Salazar
Cuando faltan dos semanas para el inicio de un segundo período de gobierno el presidente Abinader que sigue situado en una alta dosis de popularidad enfrenta la construcción de un gabinete que es la despedida para viejos dirigentes del antiguo PRD para quienes un puesto en la administración pública era un asunto de orgullo personal.
Mucha gente llegó o intentó llegar a los puestos importantes de la administración Abinader porque entendía que le tocaba y muchos sobreestimaron su incidencia como es el caso de Ramón Albuquerque.
Esos dirigentes que llegaron añosos al gobierno deben ser despedidos ahora si es que Luis Abinader quiere sacudirse del lastre partidario y de los amarres de algunos aliados que han cobrado caro pero que no aportan ni brillo ni práctica política a su gestión.
Las investigaciones que he visto en relación a la sucesión de Abinader son penosas, a pesar de la enorme inversión en relaciones públicas ninguno de los aspirantes conocidos tiene una influencia sensible en la vida nacional.
Las relaciones públicas no son suficientes para llegar a la presidencia de la República y si alguien lo duda pregúntele a Jacinto Peynado.
El segundo período del presidente Abinader sería para definir un legado que le permita mantener una influencia en su partido en el que es la única figura con capacidad de arbitraje aunque no tenga el perfil de líder mesiánico.
El PRM tiene como ventaja la debilidad de la oposición que tiene 4 años para recomponerse pero que no pinta con muchas posibilidades. Llevar el PLD del 10 al 30 sería una proeza, Leonel Fernández ya necesita auxilio y su partido tuvo que salir en su defensa ante su participación en el proceso venezolano que sin duda fue un desacierto político.
En dos años se puede construir un candidato. El PLD lo hizo en el 94 y ganó con su alianza con los reformistas en el 96. Pero a LF hay que reconocerse su consistencia política y una formación que entonces impresionaba aunque ahora haya perdido el brillo.
Abinader está obligado a dejar dos legados: uno será la impronta de su gestión con posibles avances económicos e institucionales y el segundo es un partido con capacidad de retener el poder o por lo menos disputarlo con hidalguía.