Pedro Sánchez es ahora mismo el último guardián socialista en la UE. Desde que pactó con la conservadora Ursula von der Leyen su continuidad como presidenta a cambio de colocar a Teresa Ribera como número 2 de la Comisión, en Alemania se han convocado elecciones anticipadas. Mientras tanto, la crisis del sector automovilístico se ha ido agravando.
La importantísima Volkswagen ha anunciado por primera vez en su historia el cierre de fábricas y despidos masivos para sostener la rentabilidad. No solo los coches, el conjunto del sector industrial ha entrado en crisis, y Alemania está en recesión. La victoria en Estados Unidos de Donald Trump amenaza con imponer nuevos aranceles a una economía exportadora, y pone en peligro el superávit comercial. Políticamente, el gobierno semáforo formado por socialistas, verdes y liberales, presidido por el socialdemócrata Olaf Scholz, está abrasado, y todo indica que la victoria en las elecciones de febrero será para la CDU, liderado por Friedrich Merz, con la extrema derecha de Alianza por Alemania (AfD) en segunda posición.
En ese contexto, el PP español impugna la elección de Ribera, a quien hace responsable del desastre de la DANA en Valencia por no haber invertido en la mejora de los barrancos del Júcar, y presiona al PP europeo, que dirige Manfred Weber, para salir victorioso de ese pulso. El partido de Núñez Feijóo intenta con ello desviar la atención del reproche social que se centra contra el gobierno de la Generalitat valenciana y Carlos Mazón.
En circunstancias normales, una maniobra en clave nacional no tendría ningún recorrido en Bruselas, ya que la elección de Ribera forma parte de un pacto global entre las tres familias que hasta hoy han construido el proyecto europeo, conservadores, socialistas y liberales. Von der Leyen ha hecho un encaje de bolillos para dar satisfacción a todos los grupos, difícil de revertir. Ahora bien, en Alemania hay elecciones a la vuelta de la esquina, y la victoria de Trump está aupando a AfD, que se ha lanzado a acusar duramente a la CDU de ser cómplice de la izquierda en unas políticas energéticas, el Pacto Verde, a las que atribuye el hundimiento de su industria.
La presión de Feijóo, cuestionando a Ribera, le está ofreciendo el pretexto que buscaba Weber y los conservadores alemanes para poner distancia con la presidenta de la Comisión, que aparece ahora mismo como un lastre electoral por haber concedido tanto poder a la vicepresidenta de Sánchez en Bruselas, cuyos postulados verdes y antinucleares son conocidos. La prensa europea, incluida la alemana cercana a la CDU, está contemplando como hipótesis factible que no haya acuerdo entre populares y socialistas. La caída de la nueva Comisión, que estaba a punto de tomar el poder el 1 de diciembre, asestaría un duro golpe a Von der Leyen.
Cuestionando a Ribera, Weber está echando un órdago en Bruselas no solamente para complacer a Feijóo. Con ello está acelerando el alejamiento de los conservadores alemanes del Pacto Verde europeo. Si hiciera caer a la nueva Comisión, Weber mataría tres pájaros de un tiro: contribuiría a solucionar el roto que a la CDU/CSU le está haciendo la ultraderecha de cara a las elecciones de febrero, ajustaría su rencilla personal con Von der Leyen (es más que conocida la profunda animadversión que existe entre ambos) y se ganaría la lealtad del PP español para siempre.