REDACCIÓN .- Vladimir Shklyarov, el renombrado bailarín principal del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, ha fallecido a sus 39 años, tras sufrir una trágica caída desde un quinto piso en circunstancias que aún están siendo investigadas. Nacido en Leningrado (hoy San Petersburgo) en febrero de 1985, Shklyarov era considerado uno de los más destacados bailarines de ballet clásico de su generación, con una carrera que lo llevó a los escenarios más prestigiosos del mundo.
A lo largo de su carrera, Shklyarov fue conocido por su destreza técnica, su impresionante presencia en el escenario y su capacidad para interpretar los más complejos y exigentes papeles en el repertorio clásico. Su formación en el Teatro Mariinsky, una de las instituciones más icónicas del ballet mundial, lo convirtió en uno de los artistas más admirados tanto en Rusia como en el extranjero.
Uno de sus últimos grandes logros fue su participación en la Gala de Clásicos del Ballet Ruso, celebrada en Santo Domingo el pasado 23 de agosto de este año, en el Teatro Nacional Eduardo Brito. En ese evento, Shklyarov mostró su excepcional talento en un programa que reunió a algunos de los mejores bailarines del mundo. La gala fue producida por César Suárez Pizano y la domínico-japonesa Mayumi Sakamoto, y se destacó por ser un evento de gran relevancia cultural, que permitió al público dominicano disfrutar de la magnificencia del ballet clásico internacional.
El Teatro Mariinsky y otras instituciones de ballet de renombre mundial han expresado su pesar por la muerte de Shklyarov, quien era querido y respetado por sus colegas y admirado por su dedicación al arte del ballet. Su fallecimiento ha dejado una profunda tristeza en el mundo de la danza, ya que su partida representa la pérdida de una de las figuras más prominentes del ballet clásico contemporáneo.
Aunque las circunstancias exactas de su muerte aún están siendo esclarecidas, la noticia ha conmocionado a la comunidad artística internacional. Shklyarov no solo fue un referente del ballet ruso, sino que también dejó una huella imborrable en todos los lugares donde se presentó, desde Moscú hasta Nueva York, pasando por Europa y América Latina.