Un minuto antes de la medianoche en Nochevieja, a gran altura sobre el nivel de la calle, Treb Heining observa atentamente un reloj digital debajo de la bola de cristal Waterford que se alza sobre Times Square. Pronto, la multitud se une en un coro final de cuenta regresiva.
“… 5, 4, 3, 2, 1…”
En el instante en que estallan los fuegos artificiales y “Auld Lang Syne” resuena desde la calle 42 hasta la 59, el “rey del confeti” ya ha dado la orden por radio: “¡Confeti, ahora!”. La instrucción va dirigida a los líderes de equipo que coordinan a más de 100 voluntarios repartidos en siete edificios alrededor de la plaza.

Mientras miles de personas bailan y vitorean, apiñadas en la calle, Heining se une a los voluntarios para lanzar enormes puñados de confeti al aire, una y otra vez. Los trozos de papel de dos pulgadas cuadradas envuelven rápidamente la zona en una vibrante ventisca, eclipsando incluso la caída de la bola y transformando varias manzanas de Midtown en el globo de nieve más grande y colorido del mundo.
Ahora en su tercera década al frente de este espectáculo, Heining —que cumplirá 72 años el 18 de enero— asegura que la experiencia nunca envejece.
“Cada año en Año Nuevo a la medianoche, lloro. Es algo emocional y maravilloso para mí”, confesó Heining al *New York Post* en una videollamada desde su empresa en California, Glasshouse Balloon Co. “Llevo las emociones a flor de piel”.
El característico Heining, con su voz radiogénica y sus icónicos lentes rojos, lanzó la primera andanada de confeti en Times Square la noche del 31 de diciembre de 1992, tras casi dos décadas dedicado a negocios pioneros con globos.
Su rutina y sus emociones rara vez flaquean, ya sea durante la orientación para los voluntarios o en los momentos de ansiedad previos a la medianoche.
“Estoy completamente nervioso a las 11:50, cuando camino de un lado a otro con el walkie-talkie, listo para dar la señal. Nunca cambia”, relató. “Es un honor total ser parte de algo tan asombroso que se transmite a todo el mundo”.
Su trayectoria comenzó a los 15 años vendiendo globos en Disneyland. Tras pasar por la universidad y trabajar para la marca de galletas Famous Amos, el empresario David Klein —creador de Jelly Belly— lo convenció de fundar su propia compañía de globos. Desde entonces, ha organizado espectáculos para 18 Super Bowls, tres Juegos Olímpicos y numerosas convenciones políticas.
Su labor en Nochevieja implica coordinar más de 1.360 kilos de confeti, repartidos en 75 cajas que se lanzan desde ventanas y azoteas de edificios como el Hotel Marriott y el Teatro Minskoff.
Miles de estos papeles contienen mensajes personales —recogidos en línea y en el “Muro de los Deseos” de Times Square— con deseos que van desde “adelgazar” hasta “enamorarse”.
Heining recuerda especialmente un mensaje de hace años: “Deseo que el cáncer de mi mamá desaparezca”, junto a un número de teléfono. Él y un voluntario llamaron. “Estaban sollozando al otro lado. Fue maravilloso”, dijo, con la voz entrecortada. “Estos mensajes te hacen ver lo afortunados que somos”.
También valora los vínculos con voluntarios llegados de países como Rusia, Suecia, Australia o Nueva Zelanda. Pero un encuentro reciente lo marcó profundamente: hace dos años, invitó a una familia alemana que conoció en un hotel a unirse al equipo. Tras la celebración, la esposa lo abrazó y le susurró: “Este es el mejor Año Nuevo que hemos tenido en nuestras vidas”.
“Cosas como esa se quedan contigo para siempre”, concluyó Heining.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**



