En el frente, los soldados ucranianos utilizan un término muy gráfico para describir las tácticas de Rusia que enfrentan a diario: los llaman “asaltos de carne”. Son oleadas de soldados rusos que atacan sus posiciones defensivas, en ocasiones, una decena de veces al día.
El teniente coronel Anton Bayev, de la Brigada Khartia de la Guardia Nacional de Ucrania, dice que en apenas unas horas pueden llegar ola tras ola a las posiciones de primera línea en el norte de Járkiv.
“Los rusos utilizan esto en la mayoría de los casos simplemente para ver dónde está ubicado nuestro equipo de tiro y para agotar a nuestras unidades constantemente”, dice.
“Nuestros muchachos se mantienen en posiciones y luchan, y cuando te atacan cuatro o cinco oleadas de enemigos en un día, que tienes que destruir sin fin, es muy difícil, no sólo físicamente, sino también psicológicamente”.
Esta táctica ha provocado un asombroso número de bajas rusas desde que Moscú lanzó su última ofensiva hace dos meses. Alrededor de 1,200 soldados rusos murieron o fueron heridos cada día en mayo y junio, la tasa más alta desde el comienzo de la guerra, según funcionarios occidentales.
Normalmente, los drones detectan rápidamente a los atacantes y los rusos suelen dejar a sus muertos y heridos en el campo de batalla, cuenta el teniente coronel Bayev. “Su principal tarea es, sencillamente, atacarnos y agotarnos por completo”.
La táctica muestra una estrategia en la que Rusia busca aprovechar al máximo su ventaja clave: los números.
En Pokrovsk, en la región de Donetsk, el capitán Ivan Sekach, de la 110 Brigada ucraniana, compara lo que ve con una cinta transportadora que lleva a los rusos a la muerte, aunque les permite avanzar lentamente.
Rusia se beneficia de tener una población significativamente mayor que la de Ucrania. Algunos de los que participan en los asaltos son antiguos prisioneros, pero Rusia también reclutan a muchos mediante una remuneración única que a veces es de miles de dólares.
Incluso hay quejas desde el lado ruso sobre “regimientos de lisiados” en los que se obliga a soldados heridos a volver al combate. Un vídeo muestra a docenas de hombres, algunos con muletas, apelando a sus comandantes porque dicen estar heridos y necesitar tratamiento hospitalario, pero en lugar de ello se los envía de nuevo al frente.
Todo esto, según los funcionarios occidentales, significa que Moscú puede seguir enviando soldados, aunque estén mal entrenados, directamente al frente al mismo ritmo que mueren o resultan heridos.
Ucrania no podría igualar las tácticas rusas aunque dispusiera de los efectivos necesarios, en parte debido a una actitud diferente ante las bajas.
Un general de alto rango fue destituido en las últimas semanas tras las quejas de que estaba utilizando lo que a menudo se denominan tácticas soviéticas: lanzar gente al frente.
“Hay muchas críticas porque hemos perdido a muchos de nuestros hombres debido a una mentalidad y una estrategia de tipo soviético“, afirma Ivan Stupak, exoficial del Servicio de Seguridad. “Estamos limitados de personal. No tenemos más opciones que pensar en nuestra gente”.
En la zona alrededor de Járkiv los avances rusos se han detenido. Pero en el este, el enfoque de desgaste de Rusia está logrando avances lentos pero constantes.
“Por desgracia, hay muchos rusos. Y están intentando llevar a cabo esta operación rodante centímetro a centímetro, pulgada a pulgada, 100 metros al día, 200 metros al día. Y, por desgracia, para ellos es un éxito”, dice Stupak.
En Kiev hay frustración por el ritmo del apoyo occidental. Un alto funcionario se queja de que reciben ayuda suficiente para no perder, pero no para ganar.
Los funcionarios occidentales reconocen que 2024 ha sido un año duro para Ucrania, con retrasos en la llegada de la asistencia militar estadounidense que han creado una gran tensión en las defensas, con el costo de territorio y vidas.
“Parece que el enfoque es ir incrementando poco a poco”, le comentó a la BBC Oleksandr Merezhko, presidente de la comisión parlamentaria de Asuntos Exteriores de Ucrania.
“Recibimos poco a poco, y tengo la impresión de que nuestros aliados occidentales dan un poco de armamento, y ven lo que pasa después, como si tuvieran miedo de lo que llaman escalada”.
El levantamiento de las restricciones al uso de armas estadounidenses en la frontera con Rusia ha marcado la diferencia y ha contribuido a paralizar el asalto de Moscú a Járkiv.
“Si tenemos que luchar con las manos atadas a la espalda, lo que haremos será desangrarnos. Por eso es de crucial importancia que se nos permita utilizar misiles de largo alcance en el territorio de Rusia, y ya tenemos resultados”, apuntó Merezhko.
Pero un funcionario ucraniano dijo que el uso de ataques de mayor alcance contra Rusia sólo era un paliativo y no estaba alterando fundamentalmente la dinámica de la guerra.
“Nos dirigimos hacia un punto muerto”, afirma el ex funcionario de los servicios de seguridad Ivan Stupak, que reconoce que esto puede conducir finalmente al “trago amargo” de algún tipo de negociación.
Durante una visita a Kiev la semana pasada, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, sugirió primero un alto el fuego para acelerar las negociaciones, una postura de la que desconfían los funcionarios de Kiev.
Andriy Yermak, jefe de gabinete del presidente ucraniano Zelensky, declaró a la prensa en Washington: “No estamos dispuestos a llegar a un compromiso sobre cosas y valores muy importantes”.
Los ucranianos temen que, sin garantías firmes de seguridad -como el ingreso en la OTAN, en lugar de vagas conversaciones sobre un puente hacia ese estatus-, Rusia pueda reagruparse y volver a atacar en el futuro.
Vladimir Putin cuenta con desgastar a Ucrania en el campo de batalla y superar la determinación de Occidente de prestarle apoyo. Además de lanzar bombas aéreas guiadas contra posiciones del frente y civiles en Járkiv, Moscú también ha atacado infraestructuras energéticas en todo el país, lo que ha provocado apagones cada vez más frecuentes y preocupación por lo que pueda traer el invierno.
Las elecciones estadounidenses de noviembre añaden otra capa de incertidumbre, junto con el interrogante sobre si la Unión Europea podría, de forma realista, hacerse cargo de la situación.
Para el teniente coronel Anton Bayev, en la línea del frente cerca de Járkiv, la capacidad de atacar a Rusia puede haber sido vital, pero ahora ve que su enemigo está adaptando sus tácticas, y no sólo con “asaltos de carne”.
Las pérdidas proceden ahora de ataque con morteros y bombas planeadoras, mientras que las fuerzas ucranianas siguen escasas de munición.
“Necesitamos de todo y siempre falta”, dice.
“Los chicos están aguantando. Todos estamos aguantando. Es duro, pero todos saben el precio y por qué se hace todo esto”.
Reportaje adicional de Hanna Tsyba y Kyla Herrmannsen
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