Tomando el nombre de Dios en vano, hay falsos pastores que lastiman a su feligresía con pecados mucho más grandes que aquellos que buscan absolver. Algunos se lucran gracias a la fe, mientras otros usan su poder para abusar y violentar física y emocionalmente a niñas y adolescentes.
Ese podría ser el caso del pastor evangélico Johan Manuel Castillo Ortega, de la Iglesia Libre de Los Alcarrizos, quien está acusado de agredir y/o abusar sexualmente a por lo menos cinco menores.
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A este se suman otros casos como los de los pastores Manuel Valdez, condenado a 20 años por violar a una menor de 14; José Luis Santana Vidal, por abusar de una de 12; Pedro Cuello Rosario, por abuso de una de 14; y Lorenzo Silverio Almonte, director de un centro de rehabilitación que violó, torturó y cometió otros abusos contra cinco menores.
Peor fue lo de Melvin David Quiroz, quien fue condenado a 15 años por hacerse pasar como pastor para violar mujeres en nombre del poder “sanador” de su semen: sacaba, decía, los demonios.
Visto los hechos urge que se regulen las iglesias. Bien lo dijo recientemente el presidente del Consejo Dominicano de Unidad Evangélica, Feliciano Lancen: aquí cualquiera puede atribuirse, alegremente, el título de pastor. Y así nos va…