La guerra que comenzó entre Israel y Hamás tras los ataques del pasado 7 de octubre ya ha entrado en una nueva fase. Así lo ha asegurado este viernes el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, tras el bombardeo a los suburbios de Beirut de este viernes con el objetivo (ya cumplido) de acabar con la vida de Ibrahim Aqil, miembro del Consejo de la Yihad de Hezbolá y pieza clave del grupo chií. “La serie de operaciones en la nueva fase de la guerra continuará hasta que logremos nuestro objetivo: garantizar el regreso seguro de las comunidades del norte de Israel a sus hogares”, ha aseverado Gallant después de que ya se hayan contabilizado alrededor de catorce muertos y más de 60 heridos.
No han sido los únicos. En lo que va de semana los ataques a Líbano en represalia al grupo chií Hezbolá, que comenzó a participar del conflicto bélico un día después de los ataques de Hamás al festival Supernova, no han cesado. Las explosiones en dispositivos electrónicos como buscas o walkie-talkies ya se han cobrado medio centenar de vidas y han provocado más de 3.200 heridos. Aunque el Gobierno de Benjamin Netanyahu quiere ir más allá y ya presiona a sus aliados.
El embajador de Israel en Líbano, Danny Danon, ya ha adelantado que acudirá al Consejo de Seguridad de la ONU de este viernes para condenar y restringir a Hezbolá e Irán, este último aliado histórico de los islamistas. “La ventana diplomática se está cerrando”, ha señalado a la CNN. “El Consejo de Seguridad debe condenar enérgicamente a Irán y Hezbolá. Ha llegado el momento de pasar a la acción: las palabras no son suficientes”, ha agregado.
Desde el ministerio de Defensa israelí han seguido insistiendo este viernes, después de que el partido milicia chíi haya llevado a cabo este varios ataques contra posiciones militares israelíes en el norte del país, que seguirán persiguiendo a sus enemigos para defender a la ciudadanía de Israel. Algo que ha corroborado el propio Netanyahu. “Nuestros objetivos son claros y nuestras acciones hablan por sí solas“, ha puesto de manifiesto.
El tercer ataque en los suburbios
El ataque en Beirut, en el que se han disparado cuatro misiles, ha sido el tercero que se ha producido en la zona de Dahye (bastión clave para Hezbolá) desde que comenzara la guerra en la Franja de Gaza, el primero desde el pasado 30 de julio, cuando las FDI acabaron con un destacado comandante de Hezbolá identificado como Fuad Shukr. Tan solo un día después también acababan con la vida del líder de Hamás, Ismail Haniya, en un atentado en Teherán.
Pocos minutos después de producirse el bombardeo de este viernes, las Fuerzas de Defensa de Israel ya anunciaban que se trataba de un “bombardeo selectivo”. Iban a por alguien concreto. Esto no ha servido para que los afectados se cuenten por decenas, aunque sí para acabar con uno de los rostros más importantes del partido milicia y reclamado por un aliado israelí: Estados Unidos.
El país, que ha asegurado que no había sido avisado de esta ofensiva en la capital libanesa, había puesto precio a la cabeza de Ibrahim Aqil: 7 millones de dólares. También conocido como Tahsin, fue un miembro principal de la Organización Yihad Islámica, la célula terrorista de Hezbolá, que reivindicó los atentados con bomba contra la Embajada de los Estados Unidos en Beirut en abril de 1983, en el que murieron 63 personas, y el del cuartel de la Marina de los Estados Unidos, en octubre de 1983, donde murieron 241 soldados estadounidenses.
Por su parte, el primer ministro interino de Líbano, Nayib Mikati, convocaba tras el bombardeo una reunión de urgencia para analizar lo ocurrido y cargaba contra Israel, país al que ha acusado de no tener “ningún tipo de consideración humanitaria, jurídica y moral” a la hora de perpetrar sus operaciones militares. Desde Hezbolá también quieren que la comunidad internacional se posicione de forma “clara”.