entre el júbilo y el desafío

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El crecimiento del flujo turístico debe ser sometido desde ahora a un ordenamiento que evite la saturación en determinados polos y no perjudique el bienestar de los dominicanos,

El flujo turístico que recibe nuestro país está creciendo de manera tan rápida que ha dejado muy atrás la capacidad de una parte de la población para seguir y asimilar el fenómeno.

Obviamente, no es el caso del empresario turístico Frank Rainieri, un previsor del turismo dominicano que acaba de revelar que el desarrollo del sector es un proceso indetenible y que en unos años el país entero será destino turístico.

Esto coincidirá casi de manera simultánea con otro fenómeno que cuando se produce suele marcar un punto de inflexión en los destinos turísticos porque aumenta el riesgo de que la demanda turística por los recursos naturales y por las infraestructuras de servicios desborde la capacidad de respuesta del destino.

Es lo que se denomina saturación turística, fenómeno que se está haciendo global porque impacta a numerosos destinos del mundo, como como Palma de Mallorca, París, Dubrovnik, Kioto, Berlín, Bali y Reikiavik, y que es definido como un crecimiento excesivo de visitantes que provoca que la población receptora sufra cambios permanentes en sus estilos de vida, su bienestar social y su acceso a los servicios y bienes comunes.

Hasta ahora eso no ha ocurrido y en este país se siente el júbilo por el éxito de un sector que, como ha señalado Railnieri, haciéndose eco de cifras del Banco Central, aportó a la economía dominicana US$9,828 millones en 2023, mientras que las exportaciones de los demás renglones de la economía fueron de 11,933 millones.

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A eso hay que agregar la gran capacidad del sector en la generación de puestos de trabajo, inversiones y beneficios económicos en los destinos de acogida.

Y lo que es más importante: todavía el país cuenta con su principal activo para atraer a los turistas: la hospitalidad de su gente y la empatía del dominicano con el visitante.

Pero como se señalaba en una publicación del 30 de enero pasado en la sección Economía de este diario, cuando la población flotante que reciba el país al año equivalga al tamaño de la población local o lo supere, eso podría cambiar si el crecimiento del flujo turístico no es sometido desde ahora a un ordenamiento que evite la saturación, si no se hace el trabajo para cuidar nuestros recursos naturales y si no se realizan las inversiones en infraestructuras de servicios que aseguren el bienestar tanto de los dominicanos como de los visitantes.

El desafío es evitar que la hospitalidad del dominicano degenere en repulsa, para que los visitantes sigan sintiendo lo del español Alfredo García, quien tras disfrutar de una visita que hizo al país dijo que se sintió como en su tierra.

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