**Título: Marcas promueven el derecho a reparar al ofrecer guías para la autoconservación de dispositivos**

**Por: José García**
En medio de un intenso debate sobre el derecho a reparar, varias empresas han comenzado a proporcionar recursos que permiten a los consumidores llevar a cabo la reparación de sus dispositivos de manera autónoma. Esta tendencia responde a los altos costos y la complejidad que a menudo implican las reparaciones, las cuales en muchas ocasiones superan el precio de adquirir un nuevo dispositivo.
Tradicionalmente, ante fallos en electrodomésticos como lavadoras, muchos usuarios optan por la sustitución en lugar de la reparación. Esta decisión no siempre es resultado de una falta de interés por reparar, sino que a menudo se debe a la dificultad de acceder a piezas de repuesto y a la escasez de instrucciones claras. Este problema también se extiende al ámbito tecnológico, donde los dispositivos son frecuentemente complicados de reparar y carecen de guías efectivas.
El derecho a reparar ha cobrado especial relevancia en este contexto, ya que los altos costos y la complejidad de las reparaciones convierten la restauración de un dispositivo en una opción económicamente inviable. Según estudios recientes, esta situación genera aproximadamente 35 millones de toneladas de residuos anuales, contribuyendo a la emisión de 261 millones de toneladas de gases de efecto invernadero. La falta de opciones de reparación no solo plantea un desafío económico, sino que también representa un grave problema medioambiental.
Este concepto abarca varias dimensiones, desde el diseño de dispositivos que faciliten el acceso a sus componentes, hasta la disponibilidad de piezas y herramientas oficiales. En 2020, el Parlamento Europeo reconoció el derecho a reparar con el objetivo de hacer las reparaciones más accesibles y asequibles. Sin embargo, la implementación de estas normativas presenta deficiencias, ya que permite a los fabricantes decidir qué constituye una reparación viable y a qué coste.
En España, los avances hacia la implementación del derecho a reparar han sido lentos. A pesar de que se ha ampliado la garantía de productos de dos a tres años, aún no se ha establecido un índice de reparabilidad que evalúe la facilidad de acceso a la documentación de reparación y la disponibilidad de piezas, un compromiso que continúa pendiente.
A pesar de estos obstáculos, algunas empresas han empezado a implementar programas que facilitan la reparación por parte de los usuarios. Samsung, por ejemplo, ha lanzado el programa “Samsung Self-Repair”, que ofrece piezas originales y herramientas, aunque aclara que las reparaciones realizadas por el usuario no están cubiertas por la garantía.
Por su parte, HMD Global ha identificado la reparabilidad como un valor diferencial, enfatizando la facilidad con la que se pueden reparar sus dispositivos. Fairphone, en cambio, se destaca por su compromiso con la sostenibilidad, ofreciendo kits que permiten a los usuarios reemplazar componentes como la batería de sus dispositivos.
La industria de la impresión 3D también ha adoptado un enfoque proactivo hacia la reparabilidad. Marcas como Bambu Lab y Prusa ofrecen instrucciones detalladas y componentes de repuesto para facilitar la reparación de sus máquinas.
En conclusión, aunque el camino hacia una cultura de reparación efectiva enfrenta numerosos desafíos, cada vez más marcas están reconociendo la importancia de permitir a los usuarios reparar sus productos. La clave para un futuro más sostenible radica en diseñar dispositivos con la reparabilidad en mente, beneficiando tanto al consumidor como al medio ambiente.
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