La diputada Soraya Suárez, del Partido Revolucionario Moderno (PRM) por Santiago, afirmó que el PRM debe pedir perdón por haber permitido que sus filas fueran infiltradas por narcotraficantes, no por estrategia política sino por honestidad histórica. Sin embargo, el problema no se limita a un solo partido. Ninguna organización política está libre de pecado en esta materia. En la lucha por el poder, los partidos abrieron las puertas a narcotraficantes, riferos, lavadores de dinero, testaferros y otros ciudadanos disfrazados de probos. Algunos se indignan cuando el dedo apunta hacia su organización, pero el fenómeno es generalizado. La causa principal es que el liderazgo ya no es el requisito principal para hacer política; ahora lo es el dinero. Las campañas son tan costosas que cualquier persona capaz de autofinanciarse es recibida con los brazos abiertos, sin importar su pasado, prontuario o moral. Esto representa una bomba de tiempo en cualquier democracia y en la nuestra ya explotó. Cuando los partidos dejan de representar ideas y comienzan a representar cuentas bancarias, pierden su razón de ser. Dejan de ser vehículos para el bien común y se convierten en plataformas de validación para personajes que buscan poder, prestigio, blindaje y negocios. La discusión nacional se ha reducido a comparar qué partido tiene más narcotraficantes, corruptos o ladrones, enviando un mensaje preocupante a la ciudadanía. Entre corruptos, narcos y ladrones, el pueblo ya ni se sorprende. El sistema de partidos se enfermó de dinero, y mientras no se recupere, los delincuentes seguirán usando la política como lavandería de reputación y arma de poder. Soraya Suárez dijo lo que muchos piensan y pocos se atreven a expresar. Ahora corresponde al liderazgo político en pleno dejar la hipocresía, asumir su culpa y comenzar a limpiar la casa por dignidad y por país. REDACCIÓN FV MEDIOS




