El voto y la desobediencia civil

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“Es que yo no te creo, no creo en tu accionar, no creo en la práctica del clientelismo, no creo en la cultura de la corrupción, no creo, es que no creo y no creo.

Es que yo no te creo en lo que dices, tus acciones diluyen la delgada esperanza que brota de mi naturaleza divina pero también caída.

¿Cómo creerte? ¿Cómo votar por ti? Destruye la inocencia, eres un violador vestido de pulcritud, un expoliador que te arropas con las sangrientas y manchadas sábanas que antes pertenecían a una sociedad párvula y frágil.

¿Dime? ¿Explícame? ¿Cómo creerte?”. Samuel Luna

Intencionalmente inicie con esta declaración en forma de prosa, una expresión flacucha y contestataria para describir la falta de fe en la democracia dominicana debido al
comportamiento de la corrupción pública y privada que prevalece en el Estado dominicano. No podemos hablar del voto obligatorio sólo desde un contexto legal. Debemos tomar en cuenta la filosofía, la praxis, la conducta social y los resultados.
La filosofía es clave, aquí entra el pensamiento de Henry David Thoreau, que nos invita a practicar la desobediencia civil. La desobediencia civil surge cuando los políticos son elegidos tomando en cuenta la pasión por encima de la virtud. La sociedad dominicana es muy emocional, no reflexionamos, nos domina la pasión y esto genera decepciones. Debemos recordar a Platón, cuando aclaró que un Estado necesita líderes que tomen decisiones justas, prudentes y sabias; y para eso se requiere la virtud, no la pasión.

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Creo que nosotros, o mejor dicho el Estado dominicano,  es gobernado por la pasión, por el desenfreno, por la corrupción, y no sólo la corrupción, nos ata una cultura de corrupción; esto implica que nuestras malas prácticas son aceptadas, afirmadas, son necesarias para operar, hasta el punto que la mayoría de legisladores y funcionarios la han convertido en un estilo de vida el cual aplaudimos y perpetuamos. Por eso es mi prosa: Es que yo no te creo, no creo en tu accionar, no creo en la práctica del clientelismo, no creo en la cultura de la corrupción, no creo, es que no creo y no creo”.

Y hablando de desobediencia civil, muchos nos vamos a someter al “voto obligatorio” cuando la JCE y los organismos correspondientes paren la práctica “legal” de proveer financiamientos a los partidos políticos con nuestro dinero, para luego ellos usar ese mismo dinero para pervertir a los no iluminados.
Nos someteremos al voto obligatorio cuando la posición de regidor sea honorífica, como lo fue en el principio. Nos someteremos al voto obligatorio cuando sea reducida la cantidad de diputados innecesarios y sólo elijamos un diputado por provincia y cero diputado en el exterior. Nos someteremos al voto obligatorio cuando se castigue la entrega de dinero una noche antes de la votación. Nos someteremos al voto obligatorio cuando se elimine el barrilito.

Creo en el voto, y lo escribí el día 12 de mayo, 2024. El artículo es titulado: “Pero con todo y eso votaré”. Motivé a  votar de forma consciente, intencional y con integridad. Hoy no difiero de mis convicciones, pero sí difiero de votar de forma obligatoria, porque antes de volver a votar es necesario que surja una rebeldía o desobediencia civil que mueva los andamios infructuosos de las estructuras del Estado dominicano. Si no votar es una desobediencia; entonces, seguir como estamos después de votar es un crimen de Estado que debe ser castigado con la muerte social. Muchas veces actuar de forma contraria a lo normal se convierte en una libertad y aquellos que son sumisos y neutrales al desastre son los verdaderos esclavos. Este presidente tiene la gran oportunidad de dejar un gran legado, pero deberá de actuar contrario a lo normal.

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