El valor de los logros en medio del caos

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Recientemente, tuve la oportunidad de acompañar a un familiar a la graduación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), un evento que, además de ser un hito personal, cobraba un significado especial al coincidir con el 486 aniversario de la fundación de esta emblemática institución. La atmósfera estaba cargada de emoción y orgullo, la cual lamentablemente, esta alegría se vio empañada por una serie de inconvenientes que merecen ser reflexionados.

La ceremonia comenzó con un retraso de aproximadamente dos horas, lo que representó un irrespeto hacia las familias, los invitados especiales y, sobre todo, hacia los graduados. ¿Qué forma es esa de despedir a quienes, con esfuerzo, sacrificio y empeño, han dedicado meses a alcanzar una meta tan anhelada? Este tipo de desorganización genera frustración y deja un sabor amargo que puede afectar la percepción de una institución que debería ser un ejemplo de excelencia y compromiso.

En particular, el desorden durante la entrega de los títulos fue un desastre absoluto. Graduados y familiares esperaron con incertidumbre, sin una estructura clara sobre el proceso de entrega. Este caos afectó el flujo del evento, generó tensión y malestar en un momento que debería haber sido de celebración y orgullo.

En la actualidad, se habla mucho sobre la experiencia del cliente en diversos sectores, un concepto que la UASD debería considerar con seriedad. Momentos como este no contribuyen a fomentar un recuerdo positivo que motive a las familias a regresar a las aulas, ya sea para acompañar a un ser querido en su camino académico o para iniciar su propia trayectoria educativa.

Algunos de los presentes se trasladaron desde distintos puntos del país, ansiosos por celebrar un logro significativo. Sin embargo, el clima de espera, el calor agobiante y la desorganización impactaron negativamente la imagen de la Primada de América en un aniversario tan importante.

A pesar de estas dificultades, quiero destacar el papel fundamental de las maestras de ceremonias, quienes, con su alegre entonación y evidente experiencia, lograron distraernos, aunque fuera momentáneamente, de la larga espera. Su labor fue un recordatorio de que, a pesar de las circunstancias adversas, estábamos allí para celebrar un sueño colectivo: el esfuerzo, la dedicación y los sacrificios que cada graduado había realizado para alcanzar sus logros académicos. Esto nos llevó a enfocarnos en el éxito alcanzado y en los logros exhibidos por aquellos que desfilaron por el escenario con honores.

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Un momento particularmente emotivo fue el discurso de la estudiante de mayor índice académico, quien habló sobre las dudas que todos enfrentamos en el camino hacia nuestras metas. Sus palabras resonaron con fuerza: esos momentos de incertidumbre son señales de avance, de trascender y de servir a nuestra comunidad. En su voz, se escuchaba un potente mensaje: el presente es nuestro, y cada graduado es parte de un lienzo donde se tejen destinos donde se contribuye a la patria.

La graduación, más que un final, representa un nuevo inicio. Es un recordatorio de que cada uno de nosotros tiene el poder de hacer una diferencia en nuestras comunidades. Este evento, a pesar de sus fallas organizativas, se convirtió en un testimonio de luchas sociales, de los sacrificios realizados por cada estudiante y de las realizaciones que se avecinan. La educación forma profesionales y ciudadanos comprometidos con un futuro mejor.

Así, al finalizar la ceremonia, el ambiente se llenó de alegría y esperanza. Ver a los graduados celebrar con sus familias fue un recordatorio de que, a pesar de los desafíos, siempre hay motivos para celebrar. Las palabras de la estudiante destacada nos acompañaron mientras salíamos del recinto: el esfuerzo y la dedicación nos llevan a alcanzar nuestras metas y, en última instancia, a apostar al bienestar global.

En conclusión, este evento nos enseñó que, aunque la organización puede fallar, el espíritu de superación y el sueño colectivo de construir un mejor futuro siempre prevalecerán. Celebremos, entonces, los logros académicos y los sacrificios que los llevaron hasta allí, y recordemos que el verdadero éxito radica en el impacto positivo que podemos generar en nuestra sociedad.

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