El trato familiar de los medios

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Con frecuencia se me observa la formalidad con que me refiero a los líderes en mis escritos y en las entrevistas y se me ha preguntado por qué les digo Señor Fulano en vez de doctor o licenciado Fulano. La familiaridad con que la prensa trata a los políticos, incluso al presidente de la República, no es apropiada cuando es obligatorio guardar la distancia imprescindible en una relación de independencia y de respeto. Implica un acercamiento y un nivel de confianza poco aconsejable. Supone una intimidad nada buena.

Esa peculiaridad comienza con la práctica de tutear a los presidentes y funcionarios del Estado y por extensión a los dirigentes de la oposición. Así los titulares de los diarios se refieren a los líderes y dirigentes nacionales por su nombre de pila e incluso muchas veces por sus apodos y frecuentemente hasta en los titulares. Sin pretenderlo, cuando se emplea ese recurso, se promociona a los candidatos, porque la propaganda electoral se basa en casi todos los partidos a través de los nombres de sus postulantes y no por sus apellidos.

Esas muestras de familiaridad, propias entre gente muy cercana de trato cotidiano, no ayudan a establecer el respetuoso distanciamiento entre un periodista y el órgano que representa y un político. Lo cierto es que esta práctica no es universal y pudiera ser uno de los tantos vicios surgidos de los amoríos resultantes de la vieja y conocida militancia partidista de un sector de la prensa nacional. Por el contrario, el trato formal de señor implica respeto al entrevistado y a la audiencia. En mi opinión, la mención de títulos obtenidos en universidades tienen sentido cuando se trata de académicos o científicos porque implican su autoridad sobre los temas en discusión.

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Por supuesto, la formalidad es una cuestión de carácter muy personal y cada quien decide. En mi caso, nunca me atrevería preguntarle a un político: “Oye, qué tú opinas…”, como se escucha a menudo.



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