Por Abril Peña
El Partido de la Liberación Dominicana parece repetir tristemente la historia de su partido de origen, el PRD. Actualmente se critica la labor de cooptación de dirigentes que impulsa la Fuerza del Pueblo bajo el liderazgo de Leonel Fernández, y no es para menos: no existe posibilidad alguna, al día de hoy, de una alianza entre los antes hermanos. Como ocurrió entre el PRM y el PRD, se libra una lucha fratricida donde uno agoniza, en cuidados intensivos, buscando oxígeno, y el otro se muestra voraz, consciente de que su líder, por la biología y por los cambios en la sociedad, no dispone de muchos años para esperar.

Para la Fuerza del Pueblo, ‘para luego es tarde’. Y no se le puede criticar demasiado, porque la razón de ser de los partidos políticos es sobrevivir a cualquier costo. Sí, la meta es hacer el bien desde el poder, pero, en última instancia, se trata de llegar a la cima de la cadena alimenticia. Hoy, en la oposición, Leonel es el rey de la selva.
Tampoco puede criticarse con dureza a quienes se van. En una empresa todo empleado aspira a escalar; en los partidos, esas ambiciones son todavía mayores. Y un partido que se muestra cada vez más anquilosado no puede retener indefinidamente a dirigentes que ven truncadas sus oportunidades. El amor a la estrella, los favores recibidos y la nostalgia por tiempos mejores pesan, sí, pero la realidad se impone. Más vale llegar temprano a un partido necesitado de figuras con reconocimiento social, que quedarse de último y entrar cuando todo está ya repartido.
La política no admite suicidios colectivos. Se puede acompañar a un partido en su caída, incluso abrirle el hoyo al difunto, pero nadie está obligado a enterrarse con él, sacrificando años de carrera por añoranza, cuando todavía hay mucho por dar y por hacer.
¿Qué puede hacer el PLD? La realidad y la historia parecen condenarlo a un destino imposible. Si se alía con la Fuerza del Pueblo, será tragado por el monstruo. Si no se alía, el monstruo igual lo devorará. Palo si boga y palo si no boga. Ninguno de sus precandidatos muestra el carisma suficiente para competir ni con los verdes ni siquiera con los más pálidos del oficialismo. Tampoco ha logrado recomponer su imagen pública, pese a sus muchos logros y aportes en el pasado.
Hoy el PLD no tiene un liderazgo capaz de levantar la organización en el corto plazo. La maldición de su partido de origen parece repetirse. La esperanza queda en que, quizás, como otros partidos en otros lares, pueda resurgir de sus cenizas. Pero al día de hoy, el PLD sigue en cuidados intensivos, con una enfermedad catastrófica y pronóstico reservado.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**


