El motoconchista en la fauna dominicana

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El motoconchista es el eslabón perdido entre el mono y el homo sapiens, es una especie extraña, amante del peligro, la velocidad y las acrobacias. Todas sus acciones parecen estar encaminadas a quitarse la vida: les encanta rebasar vehículos grandes, no suelen usar cascos, se le importa andar sin luz de noche, hacen zigzag en los tapones, exceden los límites de velocidad y cruzar el semáforo en rojo le provoca el mismo efecto que a Mario coger el hongo.

Los motoconchistas tienen una tarea fundamental en la vida, reproducirse; tener por lo menos 7 carajitos, cifra que si se juntan con una banquera podrían duplicar en tiempo récord. Ante cualquier infracción que cometan tendrán siempre la misma excusa: «soy padre de familia».

En la fauna dominicana, el motoconchista no la tiene tan fácil, enfrenta fuertes rivales con los que se disputa el control del territorio: los guagüeros, patanistas y los «sonateros», este última especie podría considerarse su evolución más reciente.

Cualquier persona en su sano juicio podría pensar que en una motocicleta solo caben dos personas, pero un motoconchista experimentado es capaz de montar cinco con magistral facilidad.

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El motoconchista tiene una habilidad increíble para chocar y demostrar que el culpable fue la otra persona; no importa si hay cámaras o testigos presenciales. Para discutir con esos honorables ciudadanos, hay que leerse los 5 volúmenes del «Diccionario dominicano de malas palabras» estar dispuesto a pronunciarlas en superlativo y con acento lominero.

Con los motoconchistas no valen campañas de concientización, análisis estadísticos, llamados a la reflexión u oraciones; solo hay un lugar en el que esas fieras parecen mansos corderos y donde en cuestiones de segundos con capaces de arrepentirse de todos sus pecados… la sala de emergencia del Darío Contreras.

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