Unas 100 personas intentaban cruzar a empujones una cerca de metal en la capital de Haití, Puerto Príncipe, mientras un guardia les hacía retroceder amenazando con golpearlos con una porra. Sin inmutarse, niños y adultos por igual, algunos con bebés en brazos, seguían dándose codazos para tratar de entrar.
“¡Déjennos entrar! ¡Tenemos hambre!”, gritaban una tarde reciente.
Intentaban acceder a un albergue improvisado en una escuela abandonada. Dentro, los trabajadores sumergían cucharones en cubos llenos de sopa y los vertían en recipientes de poliestireno llenos de arroz para distribuirlos entre quienes se han quedado sin casa a causa de la violencia de las bandas.
Alrededor de 1,4 millones de haitianos están al borde de la hambruna y más de 4 millones necesitan ayuda alimentaria, según los grupos de ayuda, que apuntaron que a veces comen una única vez al día, o ninguna.
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“Haití se enfrenta a un hambruna prolongada y masiva”, dijo Jean-Martin Bauer, director del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas para el país, a The Associated Press. En Croix-des-Bouquets, en la parte oriental de la capital, hay “tasas de desnutrición comparables con las de cualquier zona de guerra en el mundo”:
Las autoridades están intentando hacer llegar alimentos, agua y medicamentos a los refugios improvisados y a otros lugares mientras la violencia de las pandillas asfixia la vida en Puerto Príncipe y en otras zonas, con muchas personas atrapadas en sus casas.
Solo unas pocas organizaciones humanitarias han podido retomar su actividad desde el 29 de febrero, cuando las bandas empezaron a atacar instituciones clave, quemaron comisarías, cerraron el aeropuerto internacional a disparos y asaltaron dos prisiones, donde liberaron a más de 4.000 reos.
La situación obligó al primer ministro, Ariel Henry, a anunciar en la madrugada del martes que renunciará en cuanto se cree un consejo de transición. Pero los grupos que exigían su salida del poder han continuado con sus ataques en varias comunidades.
Bauer y otros funcionarios dijeron que las bandas están bloqueando las rutas de distribución y paralizando el principal puerto del país, y que el almacén del Programa Mundial de Alimentos se están quedando si cereales, frijoles y aceite vegetal mientras sigue repartiendo comidas.
“Tenemos suministros para unas semanas. Estoy diciendo semanas, no meses”, apuntó Bauer. “Esto me tiene aterrorizado”.
Dentro del albergue improvisado en la escuela, las cosas estaban algo más ordenadas y cientos de personas hacían fila para recibir comida. Las más de 3.700 personas que se refugian allí compiten por un lugar donde dormir y por compartir un agujero en el piso como retrete.
Marie Lourdes Geneus, una vendedora ambulante de 45 años y madre de siete hijos, contó que las bandas echaron a su familia de tres casas distintas hasta que terminaron en el albergue.
“Si miras alrededor, hay mucha gente desesperada que, como yo, tenía una vida y la ha perdido”, dijo. “Esta es una vida horrible. Me he esforzado mucho en la vida y mire donde he terminado, tratando de sobrevivir”.
De vez en cuando sale para intentar vender frijoles para comprar algo de comida extra para sus hijos — que a veces comen solo una vez al día — pero acaba perseguida por hombres armados y tirando sus productos al suelo mientras corre.
Otro de los refugiados en la escuela, Erigeunes Jeffrand, de 54 años, explicó que antes se ganaba la vida vendiendo hasta cuatro carretillas cargadas de caña de azúcar por día, pero recientemente las pandillas lo sacaron a él y a sus cuatro hijos de su vecindario.
“Mi casa quedó completamente destruida y desvalijada”, dijo. “Se llevaron todo lo que tenía. Y ahora ni siquiera me dejan trabajar”.
Mandó a sus dos hijos menores a vivir con unos familiares a una zona rural más tranquila del país, mientras que los dos mayores se quedaron con él.
“¿Puede creer que yo tenía una casa?”, apuntó. “Llegaba a final de mes. Pero ahora dependo de lo que la gente me da para comer. Esto no es una vida”.
Se cree que en Haití operan más de 200 bandas, de las cuales casi dos docenas están en Puerto Príncipe y en los alrededores. Ahora controlan el 80% de la capital y tratan de hacerse con más territorio.
Decenas de personas han muerto en los últimos ataques y más de 15.000 se han quedado sin hogar.
La situación ha impedido que grupos como Food for the Hungry trabajen en un momento en que su ayuda es más necesaria que nunca.
“Estamos estancados, sin dinero en efectivo y sin capacidad para sacar lo que tenemos en nuestro almacén”, apuntó Boby Sander, el director de la organización en Haití. “Es catastrófico”.
Food for the Hungry opera un programa basado en el reparto de dinero en efectivo que ayuda a unas 25.000 familias al año, explicó Sander, agregando que los continuos saqueos y ataques a las entidades bancarias han paralizado el sistema. “Desde el 29 de febrero no hemos podido hacer nada”, aseguró.
Una mañana reciente, el olor a arroz cocido atrajo a un grupo de adultos y adolescentes a una acera próxima al edificio donde trabajadores humanitarios preparaban la comida que se repartiría en refugios en otras partes de la ciudad.
“¿Me puede ayudar a conseguir un plato de comida? Hoy no hemos comido nada”, pidieron a quienes entraban y salían del inmueble. Pero sus plegarias no obtuvieron respuesta. La comida era para el albergue habilitado en la escuela.
“Sabemos que no es mucho”, dijo Jean Emmanuel Joseph, responsable de la distribución de alimentos del Centro de Organización Campesina y Acción Comunitaria. “Es una pena que no tengamos la posibilidad de darles más”.
En el albergue, algunos adultos y niños intentaron volver a la fila para recibir una segunda ración. La respuesta fue: “Ya ha comido un plato (…) Deje que otros reciban uno”.
Uno de los residentes, Jethro Antoine, de 55 años, explicó que la comida era solo para los alojados en el recinto pero que había poco que hacer contra los de fuera que se cuelan. “Si vas y te quejas te convertirás en el enemigo, igual podrían matarte por eso”, agregó.
Según la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, USAID, unos 5,5 millones de haitianos — casi la mitad de la población — necesitan ayuda humanitaria, y prometió 25 millones de dólares además de los 33 anunciados a principios de semana.
Bauer indicó que este año se ha financiado menos del 3% de la ayuda humanitaria solicitada para el país y apuntó que el Programa Mundial de Alimentos necesita 95 millones de dólares en los próximos seis meses.
“En Haití, el conflicto y el hambre van de la mano”, dijo. “Me asusta hacia dónde vamos”. AP