El duro desafío de manejar en las calles de SD

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Vivir en Santo Domingo nos obliga a enfrentar un gran desafío cada vez que salimos de casa: llegar ilesos, sin chocar ni haber sido chocados por nadie.

Cual si tuviéramos un ADN que nos hace proclives a la agresión, muchos se saltan el semáforo en rojo, bloquean los carriles, le tiran el carro encima a otro para pasar por delante, estacionan donde quiera y, encima de eso, están dispuestos a lastimar a quien se queje. Es inconcebible.

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Al desprecio que sienten los conductores por su pares se une el de los peatones por su vida y la de los demás: cruzan las calles sin importar qué (incluso frente a un semáforo en verde), asumiendo que uno se detendrá aunque tenga que dar el frenazo. Mención especial para los motoristas que ponen a prueba paciencia y pericia.

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A la ausencia de educación vial se suma la falta de consecuencias: peatones y motoristas nunca son multados, al igual que quienes se van olímpicamente en rojo. Los montos de las multas tampoco ayudan.

Las autoridades deben ser más eficientes multando a ver si esto cambia. Además hay que endurecer la ley e imponer multas y penas más severas. Cuando infringir la ley sea lastimar duramente el bolsillo, la gente cumplirá las reglas porque no querrá pagar una multa. Urge poner orden. La ciudad lo reclama y nosotros también.

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