Certificado por una misión del Fondo Monetario Internacional el panorama de la economía dominicana es de excelencias ya conocidas con crecimiento de 5.1% del PBI en el 2024, una inflación controlada, creciente inversión extranjera, estabilidad financiera en un marco de estabilidad y paz social de perspectiva positiva y atractivas. Cabría dormir tranquilo aunque se reciban con ciertas reservas las buenas señales porque a renglón seguido el organismo enumera significativas metas pendientes que son: emprender una reforma fiscal integral, mejorar la eficiencia del gasto, reducir subsidios de fuerte gravitación sobre las finanzas públicas como los destinados al suministro eléctrico y acentuar la supervisión eficaz de entes estatales. Para los expertos fondomonetaristas, al Estado dominicano le «urge» aumentar sus recursos con más ingresos a corto plazo con la implícita impresión de que demorar para pasado mañana el reordenamiento de la casa (que no debería limitarse a la superficie de lo socialmente indoloro) pondría en riesgo las excepcionales bondades logradas.
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Con la delicadeza de dar primero constancia de los rasgos auténticamente favorables de la marcha de la Economía contenidos en su informe de post visita, los señores del FMI -al clásico estilo de los organismos multilaterales- se guardaron para una exposición de segundo plano el rigor de la receta imprescindible y reiterada para que el país asegure los resultados de políticas acertadas aunque con demasiada postergación de reajustes y correctivos de cercano efecto para superar distorsiones.
