La radiografía de la infancia rota que exhiben los expedientes judiciales dominicanos es el testimonio más desgarrador de nuestra incapacidad social. Los casos de menores envueltos en ciclos de violencia, abandono y explotación no son incidentes aislados; son la evidencia de que el núcleo familiar ha colapsado y, con él, la promesa de futuro de la nación. La **Ley 136-03** declara la **Prioridad Absoluta** de la niñez, pero la realidad muestra una prioridad absoluta en el abandono: indiferencia de las familias, indolencia de las instituciones y una sociedad que se conforma con el papel de espectadora. El menor que comete un delito es, en primer lugar, una víctima de esta negligencia colectiva.
Ha llegado el momento de trascender la denuncia y la lectura estéril de estadísticas para pasar a la **acción real y urgente**. Es inaceptable que el sistema se limite a un costoso carrusel de detención y reincidencia.
El país necesita que el Estado cumpla su mandato legal invirtiendo masivamente en **intervención temprana y seguimiento psicosocial** en los focos de vulnerabilidad, antes de que el menor llegue al centro de reclusión. Los recursos deben moverse de la mera contención punitiva a programas robustos de apoyo familiar, educación vocacional y reinserción social que realmente rompan el ciclo de la violencia.
Esta crisis no se resuelve con más barrotes, sino con más afecto, más inversión y más compromiso social. La infancia dominicana es la hipoteca de nuestro futuro; si la seguimos ignorando y condenando al ciclo de la violencia y el abandono, no solo fallamos a estos niños, sino que comprometemos irremediablemente la paz y la estabilidad de toda la República Dominicana. **La acción no es una opción, es una deuda moral impostergable.**
**REDACCIÓN FV MEDIOS**