Hace 60 años, tres jóvenes activistas del Congreso de Igualdad Racial (CORE) desaparecieron en el estado de Misisipi, Estados Unidos.
El afroamericano misisipiano James Chaney (21) y los neoyorquinos Andrew Goodman y Michael Schwerner fueron a hablar con los miembros de una iglesia en la localidad de Longdale.
Unas pocas semanas antes, Chaney y Schwerner habían estado ahí, alentando a la congregación a registrarse para votar, uno de los derechos que los lugareños blancos regularmente les negaban.
“Ustedes han sido esclavos por mucho tiempo; nosotros podemos ayudarlos a ayudarse”, había dicho Schwerner.
Poco después, los Caballeros Blancos del grupo racista Ku Klux Klan (KKK), que en ese momento gozaba de gran popularidad por el rechazo a las políticas de integración social, destrozaron e incendiaron la iglesia, y agredieron a los fieles.
El 21 de junio de 1964, Chaney, Goodman y Schwerner fueron a investigar lo ocurrido. Luego, se esfumaron.
Al día siguiente, el FBI recibió información sobre un carro ardiendo cerca de una autopista.
El entonces director John Edgar Hoover ordenó una búsqueda, y el fiscal general Robert Kennedy, hermano del recientemente asesinado John F. Kennedy y defensor acérrimo de los derechos civiles, envió a 150 agentes más desde Nueva Orleans.
Tras encontrar el auto aún humeando, la investigación continuó pues no había rastro de los pasajeros. Tomó seis semanas confirmar lo que se temía.
Sus cadáveres fueron finalmente descubiertos después de que un informante avisara que habían sido enterrados en tierras de cultivo locales.
El caso, que el FBI nombró “Mississippi Burning“ (“Arde Misisipi” o “Misisipi en llamas”) conmocionó a Estados Unidos.
Y, en un giro que los supremacistas blancos nunca anticiparon, ayudó a ganar la lucha por los derechos civiles.
Pero, ¿cómo es la experiencia de las familias de un suceso como éste?
David, hermano de Andrew Goodman, le contó su historia a la BBC.
“Era su naturaleza”
“Andrew era un chico muy popular y le gustaba reírse, ir a fiestas y bailar. No era agresivo ni gritón, sino más bien una persona muy tranquila”.
“Era guapo y fuerte, y realmente creía en lo que tú y yo y la mayoría de la gente llamaríamos justicia, así que si había un bully golpeando a un niño más pequeño, él intervenía. Era su naturaleza”.
El sentido de la justicia de Andrew provenía de su familia de clase media de Nueva York que siempre había sido políticamente activa.
“Él era hijo del medio, y el más interesado en los temas sociales.
“De vez en cuando, hay personas que quieren hacer algo práctico. Creo que esa es una clave en el caso de Andy: quería contribuir al cambio, así fuera con un grano de arena en la proverbial playa de la vida.
“Ese es un concepto muy importante en nuestra familia.
“‘Gente ordinaria haciendo cosas extraordinarias’, le gustaba decir a mi abuelo acerca de levantarse por la mañana y hacer algo; no tenía que ser lo más grande del mundo, sólo algo positivo”.
La oportunidad de Andrew Goodman de hacer algo positivo llegó ese junio de 1964.
En lo que se conoció como el Verano de la Libertad, los estudiantes universitarios blancos viajaron desde el norte para ayudar a registrar a los votantes negros en el sur.
Sus padres, a pesar de estar conscientes de que era peligroso por la furia del Ku Klux Klan por la política federal a favor de la integración racial, decidieron dejarlo ir.
“Sintieron que todo lo que nos habían enseñado era para servir al interés público y no podían decir que no querían que fuera pues era de interés público que la gente tuviera derecho a votar y lo hiciera.
“Pero estaban muy atribulados, como creo que todos los padres lo estaban”.
Apenas un día después de llegar a Misisipi, Andrew desapareció con sus dos colegas. Cuando el auto en el que viajaban apareció quemado, la familia Goodman mantuvo la esperanza.
“Fue como: ‘tenemos que encontrarlo’. No se nos ocurrió que estuviera muerto. Resulta que lo mataron el 21 de junio, pero no lo encontraron hasta el 4 de agosto. Fueron 44 días. Tu mente te mantiene alejado del horror de la realidad probable. Estaba ahí, pero estaba muy, muy, muy en el fondo de tu mente. Nadie lo mencionaba, excepto ciertos periódicos y los leímos y simplemente no les creímos creer”.
Lo que el presidente entendió
El interés de la prensa fue de una escala que no se había visto en ataques anteriores contra los trabajadores de derechos civiles.
“Fue enorme. Había reporteros de noticias acampados frente a nuestro edificio y la policía estaba allí las 24 horas del día solo para controlar a las multitudes”.
La razón, en opinión de David Goodman, era que dos de los hombres desaparecidos eran blancos.
“Conmocionó a los blancos de EE.UU., pues la sensación era: ‘¿cómo pudo pasarle esto a dos jóvenes blancos?‘. Esta es una parte de la historia que no se cuenta tan a menudo.
“Cuando la mayoría ve que los suyos están siendo atacados, se les prenden las alertas y dicen: ‘Vaya, esto podría pasarnos a mis hijos o a mí’, y hace que la gente, creo, se vuelva más consciente. Eso crea una atmósfera para el cambio. Y esa fue una sensibilidad que el presidente entendió”.
“Era un político astuto, y lo usó para conseguir que se aprobara la Ley de Derechos Civiles. Es una especie de milagro que se haya aprobado. Pero pero pasó, y cambió nuestro país“.
El presidente Lyndon Johnson promulgó la Ley de Derechos Civiles el 2 de julio, mientras que Andrew Goodman y sus dos compañeros seguían desaparecidos.
Un mes después, recibió una llamada del subdirector del FBI, Cartha DeLoach:
DeLoach – “El señor Hoover quiso que lo llamara de inmediato y le dijera que el FBI ha encontrado tres cuerpos a 6 millas al suroeste de Filadelfia, Misisipi. Un grupo de agentes de búsqueda encontró los cuerpos hace unos 15 minutos mientras cavaban en el bosque y la maleza (…)”.
Presidente – “Cuando van a hacer el anuncio”.
DeLoach – “Dentro de 10 minutos, señor, si le parece bien”.
Presidente – “Si pueden, esperen unos 15 minutos. Tengo que notificar a las familias“.
“El 4 de agosto era la víspera del 50 cumpleaños de mi padre, así que mis padres salieron a un concierto -les gustaba la música-, y yo estaba solo en casa.
“Sonó el teléfono, lo levanté y la voz al otro lado dijo:
Presidente: ‘¿Con quién hablo?’
David: ‘Con David Goodman’.
Presidente: ‘Ah, eres el hermano de Andy, ¿verdad?’.
David: ‘Sí’.
Presidente: ‘¿Dónde están tus padres? Me gustaría hablar con ellos. Soy el presidente Johnson’.
David: ‘Están fuera’.
“Y hubo una pausa en el teléfono.
Luego dijo: ‘Tengo malas noticias para ti. Encontramos el cuerpo de tu hermano’“.
El dolor fue profundo.
“Fueron 44 días de suspenso. Yo tenía 17 años. Estaba a dos semanas de empezar la universidad. Y mi padre murió dos semanas antes de que yo me graduara. Lo destrozó”.
Lo que ocurrió
El FBI arrestó a 18 residentes de Mississippi por los asesinatos: miembros del Ku Klux Klan, que los llevaron a cabo, y de la policía local, que tendió una trampa.
La camioneta en la que viajaban los activistas era conocida como uno de los vehículos de CORE, y a Schwerner lo tenían en la mira.
Por medio de confesiones se supo que los habían arrestado supuestamente por exceso de velocidad, mientras conducían por el condado de Neshoba
El sheriff de Filadelfia los retuvo en la prisión mientras llamaba a Edgar Ray Killen, uno de los líderes del KKK local, y le daba tiempo para organizar la llegada de dos coches llenos de miembros del grupo a la vecindad.
Una vez todo estuvo listo, liberó a los activistas de la cárcel, les ordenó que se fueran de la ciudad y se unió a la persecución.
Cuando los alcanzaron, los obligaron a montarse en sus autos, y los llevaron a otro lugar para matarlos a disparos.
Los responsables fueron llevados ante la justicia, pero debido a la resistencia local, solo fueron juzgados por cargos menores, y hubo que esperar hasta 2005 para que Killen, acusado de orquestar los asesinatos, fuera finalmente condenado.
En cuanto a Andrew Goodman, se convirtió en un héroe del movimiento por los derechos civiles, y su hermano David cree que sigue siendo un ejemplo de coraje moral.
“Fue una historia de horror y de un mal arraigado en nuestro país. No hay nada que podamos hacer para cambiar el pasado, pero hay cosas que podemos hacer hoy y aprender del pasado en todos nuestros países.
“Creo que es una historia que resuena en todo el mundo todo el tiempo, y si eres de los que piensas que todas las personas son iguales, en algún momento puedes ser llamado como ciudadano a luchar por lo que crees”.
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