El 2025 evidenció corrupción y crisis institucional en República Dominicana

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El año 2025 dejó una huella profunda en la conciencia nacional. Las instituciones se tambalearon, la corrupción se mostró sin máscaras y las tragedias pusieron a prueba la fortaleza de la sociedad. En medio de la crisis, emergió la resiliencia colectiva, recordando que la República Dominicana tiene en su gente la mayor reserva de esperanza y dignidad.

Las instituciones públicas vivieron un año marcado por la desconfianza. El enfrentamiento entre ministerios, los cuestionamientos a la gestión educativa y las pugnas internas en partidos políticos evidenciaron un Estado debilitado. La falta de coordinación y transparencia en la toma de decisiones generó incertidumbre en la ciudadanía, que percibe un sistema incapaz de responder con eficacia a sus demandas. La crisis institucional no es solo un problema administrativo: es un reflejo de la fragilidad democrática, donde la ausencia de consensos y la improvisación se convierten en norma.

Si algo caracterizó al 2025 fue la exposición de la corrupción en múltiples niveles. Escándalos en contrataciones públicas, denuncias de clientelismo y privilegios indebidos revelaron un entramado que erosiona la confianza en el Estado. La máscara del cambio y de la impunidad cayó, dejando al desnudo las verdaderas intenciones de algunos funcionarios que, en el pasado, fueron opositores feroces y hoy aparecen como cómplices del mismo sistema, o incluso peores que aquel que criticaban. Este desenmascaramiento no solo puso en evidencia incoherencias políticas, sino también la fragilidad de los discursos que se presentan como redentores, pero terminan siendo parte del problema.

La corrupción no es un hecho aislado: es una práctica que se repite y que, al quedar impune, se normaliza. Este año mostró con crudeza cómo los recursos destinados al bienestar colectivo terminan desviados hacia intereses particulares. La indignación ciudadana se hizo sentir en calles y medios, pero aún falta traducir esa energía en cambios estructurales.

El colapso del Club Jet Set, con centenares de víctimas, fue el hecho más doloroso del año. A ello se sumaron accidentes de tránsito masivos y fenómenos naturales que dejaron comunidades enteras en situación de vulnerabilidad. Cada tragedia expuso negligencias: falta de controles, ausencia de protocolos de seguridad y un Estado que responde tarde. Sin embargo, también dejaron lecciones: la necesidad de fortalecer la prevención, de exigir responsabilidades y de colocar la vida humana por encima de cualquier interés económico o político.

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En medio del dolor, la sociedad dominicana mostró su mejor rostro. La solidaridad inmediata, las campañas de ayuda y la capacidad de organizarse frente a la adversidad confirmaron que la resiliencia es parte de nuestra identidad. La memoria de las tragedias no debe quedar en el olvido: debe convertirse en motor de transformación. La resiliencia no es resignación, es acción; es la fuerza que convierte la indignación en compromiso y la esperanza en proyecto de país.

El 2025 desnudó la corrupción y evidenció la crisis institucional, pero también mostró la capacidad de un pueblo que no se rinde. El desafío para el 2026 será transformar la denuncia en acción, la memoria en justicia y la resiliencia en un camino hacia un Estado más transparente, humano y responsable.

La República Dominicana merece un futuro donde las instituciones respondan a la ciudadanía, donde la corrupción no tenga espacio y donde las tragedias no se repitan por negligencia. Ese futuro depende de nuestra capacidad de exigir, de actuar y de mantener viva la esperanza.

**REDACCIÓN FV MEDIOS**