Edvard Munch y la sombra de “El grito”

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Ser pintor con un padre militar, a finales del siglo decimonónico, más que una osadía, fue, en el caso de Munch (monk) un acto de heroísmo. El ilusionista Воронин (Varonin) le hubiese dado su medalla de mago jodón y excéntrico.

Fue determinante para Edvard que una de sus hermanas, Karen, lo empujara al mundo del arte, más que su abuelo, pintor también.

Para conocer su obra no es importante hacerle una entrevista que nos diga sus motivaciones, filosofía y otras pendejadas que se inventan los “críticos” porque no saben de qué hablar frente a una obra de vasta creatividad. Es como si necesitaran el guión.

¿Qué aporta la entrevista que le hicieron a Oviedo cuando declaró que usaba el rojo en sus cuadros porque era el que más vendía? ¿En qué nos ayuda la entrevista al escultor Giacometti que sentenciaba que él no era escultor, que él experimentaba las formas? Porque la obra de arte es una magia de la creatividad humana que no necesita explicación ni siquiera de su autor… es un lenguaje.

El único problema es que nos quieren obligar a entenderla y como eso es imposible, todos quedan como unos pendejos ignorantes y los sabios son ellos. O nos gusta, o nos toca, o somos indiferentes. Y ante “el grito” de Munch nadie puede serlo por más “ignorante” que sea. El espectador simplemente capta lo que le transmite el artista, y punto. Si es angustia, desahogo, denuncia, desesperación… lo va a juzgar el público.

Museo Munch en Oslo Noruega.

Pero hay otros que se pasan de sabios e inventan vainas que no tienen nada que ver con el artista y su producción visual. ¿Cuántos imbéciles no han escrito que “el grito” representa un extraterrestre? ¿Y cuántos no han escrito sobre él sin investigar, sin haberlo visto nunca, ni conocer la vida y obra del artista? Peor, publican un ”grito” que agarran en google hecho por quien sea.

Existen cuatro versiones de “el grito”: dos pasteles de 1893, 1895 y, dos pinturas de 1893 y 1910. El dibujo en pastel de 1895 fue vendido en el 2012, en pública subasta, por $119,922,500 dólares.
En 1892 Edvard Munch, tenía 29 años, escribe en sus apuntes:

“…Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la barandilla, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza…

Los que escriben sobre arte no pueden entender ninguna obra más de lo que ella misma refleja y, conectarla a los movimientos, no resuelve nada puesto que estos, no son mas que periodos de evolución para mejor estudiarla.

Edvard Munch por Mercader.

¿Para qué un “critico” tiene que saber las emociones de un artista puesto que eso no contribuye a desentrañar el significado de la obra ni de nada? Si Da Vinci estaba borracho, viudo, aburrido, hambriento, o que fuera pájaro… ¿qué cambia en el resultado de su Gioconda?

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El “crítico” no es pintor, es escritor y debe ocuparse de escribir. Si se inspira en la obra de un artista, perfecto, pero ¿crítico de qué? ¿Acaso un artista, va a oir y seguir sus críticas? Me dijo un crítico, frescura por supuesto, que mi firma era muy grande. ¿Qué le importa a él y a nadie como hago mi firma?
Cualquiera piensa que Edvard Munch pintó solo “el grito”, que como el “Gernika”, “La Mona Lisa”, o “El Pensador”, resaltan en la producción de sus respectivos artistas.

Noruega, que, junto a Suecia, forman esa península que parece que se va a comer a Dinamarca, a Alemania y a toda Europa, tropezó y se equivocó, como el Berlin que lo invitó a exponer y que a la semana le cerró la muestra por “extraña, repulsiva… porque sus cuadros eran malvados, feos, llenos de obscenidad y mezquindad, como llegó a declarar Anton Von Werner.

El dia despues por Munch.

Munch perseveró y a pesar de ser catalogado como artista degenerado por los nazis, quienes, además, retiraron 82 obras de sus museos, logró imponerse como otros “degenerados” de la talla de Gauguin, Matisse, Klee y tantos maestros de la plástica universal.

Y al final Oslo lo entendió. El Museo Munch, de una arquitectura fuera de lo común, presenta toda su obra: más de mil cuadros, 4,500 dibujos y acuarelas y 6 esculturas.

Son muchos los indicadores para saber si un pueblo es culto, civilizado, avanzado. No solo es la basura, el mal manejo, la bulla insoportable. Y el reconocer, valorar sus artistas, es, no cabe nada de duda, uno de ellos.

Edvard Munch Morning (1884).

¿Por qué no tenemos un museo Yoryi Morel? o ¿de Tomás Hernández Franco como lo hay en Sonoma, California de Jack London?

Vivir entre sus seres queridos muertos, su madre, sus dos hermanas, un abuelo, su padre, creó en Munch parte de su sello artístico. Muchas de sus figuras, únicas, parecen que fuese él mismo que le dio vida, no solo porque las pintara, sino porque las sacó de ultratumba.

Toda su obra quedó a la sombra de “el grito”, su madonna, Inger, Laura, “morning”, la borracha o resacada del día después, como si ahora se reunieran sus amantes y modelos y compañeros de bohemia, aunque sea en la Calle Morgue de Alan Poe con cuervos, cual tiñosas, revolotean sobre el Museo.

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