Editorial: Inmigración tuvo su espacio en la Convención Demócrata

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Con la intervención, el jueves 22 de agosto de Kamala Harris en Chicago, los demócratas bajaron el telón de la Convención Nacional para meter toda la artillería que asegure el triunfo de su binomio rumbo a la Casa Blanca. Ha sido una semana que sirvió de vitrina para proyectar unidad, marcar diferencias, exponer objetivos y lógicamente atacar las debilidades del rival.

Son muchos los puntos que pudiéramos destacar de esta convención demócrata. Pero nos vamos a referir a uno de interés de nuestra comunidad por las repercusiones que puede tener dependiendo de quién sea el futuro presidente.

Tal como se esperaba, inmigración y la seguridad fronteriza también se tomaron el escenario. Los demócratas tenían que contrarrestar la retórica escandalosa que el aspirante presidencial republicano, Donald Trump, ha venido divulgando para venderse como el único capaz de poner fin a lo que llama una “invasión” por la frontera que está acabando con EEUU.

Y es que Trump sabe que “ese caballito” de batalla levanta olas entre los votantes. Una encuesta reciente de CBS, indicó que 48% de los potenciales sufragantes creen que con Harris pueden aumentar los cruces fronterizos, mientras que el 72% considera que disminuirán bajo Trump.

Hicieron bien los demócratas en dibujar una imagen más completa de un asunto complejo que va más allá de las señales limítrofes con el país vecino de México.

‘El sistema de inmigración está roto, y Donald Trump torpedeó una ley bipartidista que ofrecía soluciones porque no le convenía para sus intereses electorales’, ese fue el mensaje que el liderazgo demócrata envió en voz alta desde Chicago.

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El propio Pete Aguilar, presidente del bloque demócrata de la Cámara Baja, el latino de mayor rango en el Congreso, aseguró que si Harris gana, ella apoyará una reforma migratoria que abarque vías para la legalización de quienes llevan años aquí.

Quizá muchos dirán que ya han escuchado lo mismo de administraciones demócratas anteriores. Ni Barack Obama, ni Joe Biden lograron cumplir ciento por ciento sus promesas en ese sentido. El Congreso no ha aprobado una reforma migratoria integral en cuatro décadas.

Pero al día de hoy lo único cierto es que hay dos corrientes bien definidas: por un lado la sentencia de deportaciones masivas e iniciativas extremas antiinmigrantes que incluso representan una amenaza para familias mixtas y la economía de EEUU, frente a la visión del binomio Harris-Walz que antepone la oportunidad de sueño americano, la unidad familiar y la prosperidad de un país cuya columna vertebral tiene los cimientos en la inmigración.

Las cartas están sobre la mesa. De aquí al 5 de noviembre, la retórica sobre inmigración no va a desaparecer de la campaña. Por eso esperamos que los votantes sepan discernir entre la demagogia vacía o planes con sustancia.

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