de las burlas y el rechazo por su altura al estrellato en Hollywood

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REDACCIÓN.- Nicole Kidman es una de las actrices más aclamadas de Hollywood, dueña de un premio Oscar y un estilo elegante que la convierte en ícono de moda. Sin embargo, detrás de esa fachada deslumbrante, hubo una infancia marcada por el rechazo y el dolor.

Mucho antes de convertirse en una musa del cine y de la moda, fue una niña que debió soportar crueles burlas de sus compañeros por ser diferente.

Me llamaban cigüeña”, confesó en una entrevista reciente para el podcast de The Radio Times. Kidman creció en un ambiente donde su altura, hoy considerada uno de sus atributos más distintivos, era motivo de humillación.

Desde pequeña, destacaba entre los demás niños y la discriminaban por ser pelirroja, por tener una piel extremadamente pálida y por su imponente estatura. A los 14 años, ya medía casi 1.80 metros, y la mayoría de sus compañeros no perdían la oportunidad de hacerla sentir rara.

“Me decían: ‘¿Qué tal el aire allá arriba?’. Para mí era insoportable”, recordó la actriz en el podcast. Aquellos comentarios que parecían chistes inofensivos se convirtieron en el soundtrack de su adolescencia. Como sucede con muchos chicos que no encajan en los cánones de belleza de la época, Kidman comenzó a desear lo que no tenía.

Según comentó en la reciente serie documental sobre el mundo de la moda In Vogue: The 90s, de Hulu, siempre soñó con ser de baja estatura y tener un cuerpo curvilíneo. “Mi vida entera quise ser de 1 metro y 57 centímetros y con curvas”, reveló en el tercer episodio de la serie.

La adolescencia de Kidman, una etapa de búsqueda de identidad y aceptación, fue para ella un campo de batalla emocional. Las palabras, a menudo subestimadas por los adultos, calaban profundo. Ser pelirroja, alta y extremadamente delgada no estaba de moda en los años 70 y 80, y ella lo sabía. Las bromas incesantes le impedían olvidarlo, y la joven Nicole no tuvo más opción que lidiar con ellas en silencio.

En una entrevista con People, comentó cuánto anhelaba encajar en el molde de lo que la sociedad consideraba bello. Hasta que algo cambió. “De repente, ser tan alta, delgada y plana era como, ‘genial, te podemos vestir’”, explicó, refiriéndose al giro que dio su vida cuando entró en el mundo de la moda y el cine, en el que su físico pasó de obstáculo a ventaja.

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Sin embargo, esa transición hacia el éxito no fue fácil. A pesar de haber alcanzado la fama mundial, Kidman seguía lidiando con las secuelas emocionales de su infancia. La inseguridad sobre su cuerpo la acompañó incluso durante sus primeros años en la industria cinematográfica.

Recordó en varias ocasiones el momento en que se presentó a una audición para el musical Annie, donde la rechazaron inicialmente. “Me dijeron: ‘Eres demasiado alta para tener una carrera en Hollywood’”, dijo a People, con una mezcla de frustración y orgullo.

No obstante, el destino le sonrió a Kidman cuando comenzó a destacar en el cine a mediados de los años 90. Su altura empezó a convertirse en uno de sus rasgos más valorados. La fama que alcanzó en esa década la colocó en la mira de John Galliano, uno de los diseñadores más respetados del mundo, quien la eligió para vestir una de sus creaciones en los Oscars de 1997. Aquella noche, Nicole Kidman desfiló por la alfombra roja envuelta en un vestido hecho a medida, diseñado para resaltar todo lo que antes había intentado esconder.

“Me sentía como una niña a la que le daban acceso a un mundo de fantasía”, relató en In Vogue: The 90s. Para ella, esa oportunidad fue más que una simple elección de vestuario. Fue el reconocimiento de que su cuerpo, tal como era, tenía un lugar en el mundo de la moda y el cine. Aunque en la superficie todo parecía perfecto, el viaje hacia la autoaceptación había sido largo y tortuoso.

El bullying que vivió en su infancia dejó cicatrices profundas, pero también forjó en ella una resiliencia que la ayudaría a enfrentar los desafíos del mundo de Hollywood. En una entrevista con People, la actriz mencionó que, a sus 56 años, todavía hay momentos en los que su altura la incomoda, pero también se siente agradecida.

“Me molesta cuando estoy actuando y quiero ser pequeña, pero luego aprecio mi altura cuando está relacionada con lo que hago”, confesó, reflejando la dualidad de emociones que aún persiste.

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