El término caracúlico engloba a todas las personas cuya expresión facial es idéntica a la parte más suave de su anatomía. Muchas veces la primera caracúlica que vemos es la propia, al levantarnos y mirarnos al espejo, lo que el primer café y el desayuno suelen morigerar un poco. Los que usan el transporte público se encontrarán con un caracúlico chofer que parece tener ojos en la nuca, porque basta decirle mire para que, sin darse vuelta ni despegar el pie del acelerador, coloque su mano en posición de recibir el pago del viaje.
Hay caracúlicos primates que manejan vehículos de dos ruedas (léase motoconchistas) que cotidianamente ejercen su tarea de joderle la existencia a todo el mundo, incluidos sus pasajeros.
En las guaguas públicas además del caracúlico conductor habrá un caracúlico cobrador que, con cara de pocos amigos se dedicará a apilar y amontonar gente con la remanida frase “péguense como anoche”, que repetirá todo el viaje sin el más mínimo vestigio de simpatía.
Si hay que hacer cualquier trámite en cualquier oficina pública, siempre habrá un caracúlico “guachimán” que cree que su uniforme tiene insignias de general y gritará para organizar la fila, una persona detrás de un mostrador que igualmente piensa que puede tratar mal a todo el mundo o una caracúlica cajera que se ausentará de su lugar todo el tiempo que le plazca y, cuando regrese, con su mejor caracúlica le hablará a los gritos a todo el que esté esperando porque ella es, en este caso, más autoridad que el mismo guachimán devenido en general. Si usted va a comer a cualquier restaurante económico frente a El Huacal, una caracúlica mujer lo atenderá y le preguntará a los gritos ¿Y qué má amigo? Y después de ser servido usted comerá con el temor de que la comida se haya contagiado de la cara de esa mujer y sepa a… bueno, ya usted sabe.
Lamentablemente, en esta viña tropical del Señor, los caracúlicos abundan, su presencia trasciende las clases sociales, pueden ser hombres o mujeres, los hay pobres y también de traje y corbata, lo único que pueden hacer las personas de buena voluntad es sobrellevarlos (evitarlos es imposible) y tratar por todos los medios de no contagiarse de caraculismo crónico, porque eso sí que no tiene cura.