Cuando todo cobra sentido | Opinión de Helena Resano

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Creo que nunca la interconectividad del mundo había tenido tanto sentido y había logrado ser realmente útil. Después de maldecir todos los perjuicios que trae estar permanentemente conectados a todo y con todos he de decir que, esta vez, hay que aplaudir, hasta que nos sangren las manos.

Operar a alguien que está en Pekín desde Burdeos podría ser el título de una película de ciencia ficción. Pero ocurrió. La semana pasada nos enteramos de que un médico italiano, gracias a una fundación de Barcelona, operó a un hombre (no sabemos su nacionalidad) que estaba en Pekín gracias a un robot que manejó él a miles de kilómetros de distancia.

La ciencia nos deja boquiabiertos en cada paso que da, aunque sea lento, pequeño, quizás a primera vista insignificante, aunque tardemos mucho tiempo en lograr llegar a todos. La ciencia no se para, afortunadamente, ni se enreda en esos debates estériles a los que nos tiene acostumbrados la política. La ciencia logra lo imposible, como este hito.

Me gusta que, en esta historia, además, se entremezclen diferentes nacionalidades. Un italiano, un equipo médico chino, una fundación catalana… Todo cobra sentido cuando lees noticias así. Todo empieza a encajar y deja de ser inquietantemente molesto. Por mucho que nos empeñemos en no entendernos o por mucho que algunos políticos se empeñen en enfrentarnos, cuando colaboramos, cuando trabajamos en el mismo objetivo, sumando talento y sumando esfuerzos, se logran grandes cosas.



El doctor Alberto Breda, jefe de Urología Oncológica y del equipo quirúrgico de Trasplante Renal de la Fundación Puigvert de Barcelona, ha operado un tumor de riñón mediante cirugía robótica en remoto en un paciente que se encontraba en Pekín (China).

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Se me escapa por qué el equipo médico de China no podía operar ese tumor. Sabemos que el médico que lo hizo es una eminencia en la materia, jefe de urología oncológica de la Fundación Puigvert. Y, seguramente, si recurrieron a él, era porque su pericia en el quirófano era garantía de que esa operación, de que la supervivencia de ese paciente, iba a ser un éxito.

En esa intervención hubo muchos elementos que contribuyeron al éxito: la conectividad de redes fue perfecta (había un pequeño delay de milésimas de segundo); utilizaron aparatos, robots, de última generación; hubo mucha preparación y coordinación previa entre ambos equipos médicos…

Todo salió bien y es el paso, pequeño o grande, para avanzar en algo primordial: si hay cura, da igual dónde estés, se puede hacer. Otra batalla será cómo se paga esto, quién financia hitos así, cuánto músculo tiene una sanidad pública para lograr precisamente eso, darle al paciente las mejores soluciones, se ubiquen donde se ubiquen.

Sigue sonando un poco a ciencia ficción. Sobre todo, cuando hay pacientes que esperan a que un tratamiento, que ya está aprobado y testado, siga pendiente de su financiación pública. Sí, la ciencia, paradójicamente, avanza mucho más rápido que la política. Cuando debería ser al revés. El tiempo es un lujo en muchas enfermedades.

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