Cuando la sociedad entera falla

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Un país donde se entrega un menor en custodia sin ningún tipo de trámite, y donde esa menor termina siendo abusada hasta la muerte con el conocimiento —o la sospecha— de todos, es un país que ha perdido el control sobre su propio territorio. Pero más grave aún: es una sociedad que ha fallado en pleno.

Atrás quedaron los tiempos en que los vecinos eran la familia extendida, cuando se compartía el pan y la vigilancia comunitaria. Antes, si te corregían en casa ajena, en tu casa te corregían doble, porque se entendía que el “tío postizo” lo hacía por tu bien. Esa vida en sociedad, basada en empatía, solidaridad y amor al prójimo, parece haber muerto.

Cuando alguien llega al extremo de coserle los labios a una niña para que no grite, es porque alrededor había oídos que escuchaban y callaron. Y entonces aparece la excusa fácil: “llamamos al 911 y no respondieron”. ¿Eso basta para tranquilizar la conciencia? ¿Eso limpia la culpa? No.

Ver a un niño famélico beber agua sucia de un cubo de trapear, o descubrir que tenía tres meses invisible a los ojos de quienes vivían al lado, habla de una deshumanización brutal. Esa indiferencia debiera ser juzgada como complicidad.

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Tenemos que revisarnos como sociedad, y con urgencia. Demasiados monstruos están apareciendo, y no se trata solo de individuos enfermos: es el reflejo de un sistema social en descomposición. Estos casos deberían estudiarse con rigor, no solo para sancionar, sino para entender las causas de la maldad en su forma más pura. Porque si no lo hacemos, los monstruos seguirán naciendo entre nosotros… y lo peor: cada vez con más silencio cómplice alrededor.

REDACCIÓN FV MEDIOS