La Procuraduría General de la República y las fiscalías del país deben aprender, con urgencia, que en justicia es tan importante ‘lavar la ropa’ como saber cuándo y cómo guardarla. No es la primera vez que el Ministerio Público queda atrapado en un problema por un manejo torpe, desigual y poco sensible de casos que requieren rigor, prudencia y transparencia.
El expediente de Stephora no es, lamentablemente, un hecho aislado. Se suma a una larga lista de procesos en los que las víctimas, sus familias y la opinión pública quedan a merced de respuestas tardías, contradicciones o silencios que no resisten el escrutinio básico.

En ocasiones, pareciera que la institución olvida que no es un tribunal —que habla por sentencia—, sino un órgano que investiga en tiempo real, que tiene contacto directo con ciudadanos vulnerables, y cuya legitimidad depende tanto del debido proceso como de la claridad con la que comunica cada paso.
La desigualdad en el trato es evidente. Mientras la magistrada Yeni Berenice Reynoso se trasladó al Este para dar seguimiento personalizado al caso de la joven estadounidense desaparecida, en otros procesos —incluido este— las familias han quedado prácticamente abandonadas. Sin la presión pública, aún estarían tocando puertas sin respuesta.
Esa asimetría institucional no solo abre heridas: mina la confianza en un sistema que ya carga con la percepción de que la justicia ni es ciega ni es igual para todos.
El daño reputacional está hecho. Sin importar cuál sea la verdad final o la conclusión de la investigación, el manejo errático ha sembrado dudas que difícilmente podrán disiparse. El Ministerio Público no puede darse ese lujo. La confianza pública es un recurso limitado y, cuando se pierde, no se recupera con ruedas de prensa improvisadas ni con comunicados defensivos.
Lo ocurrido debe servir de lección y de advertencia: la justicia no solo debe hacerse; debe ser vista haciéndose, con respeto, coherencia y profesionalismo. Lo contrario nos condena a un círculo vicioso donde cada caso se convierte en crisis, cada silencio en sospecha y cada error en una grieta más en la institucionalidad.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**


