La calle se queda sin voceros: la ausencia de liderazgo social en República Dominicana

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La marcha de la Fuerza del Pueblo este fin de semana fue presentada como una manifestación de carácter social. Lo cierto es que se realizó, se midieron fuerzas y se envió un mensaje político sin necesidad de mencionarlo explícitamente. Más allá del acto en sí, lo verdaderamente relevante es lo que dejó al descubierto: la profunda ausencia de actores sociales capaces de marcar el pulso del país.

Mientras la oposición luce medio desbandada, lo que debería preocupar aún más es el silencio ensordecedor de esa llamada ‘sociedad civil’ que hace no tantos años llenaba titulares, programas de opinión y, en momentos cruciales, las calles. Hablamos de los movimientos que hicieron historia con Loma Miranda, el 4% para la educación o la Marcha Verde. Espacios donde el liderazgo ciudadano era capaz de incomodar al poder, sin importar quién gobernara.

Hoy, ese contrapeso está prácticamente desaparecido.

Cuando en un país no hay quien movilice, articule, organice y canalice los anhelos de la gente, eso no significa ausencia de problemas. Significa ausencia de liderazgo. Y eso es peligroso.

Cuando un pueblo no encuentra voz en las instituciones, ni en los partidos, ni en los movimientos sociales, ocurren solo dos cosas: o el poder se anquilosa en su zona de confort por falta de presión, o surge una atmósfera de anomia donde explotan pequeños focos de descontento que pueden salirse de control.

La historia regional es clara: los estallidos sociales nunca comienzan el día del fuego, sino el día en que la clase política deja de escuchar y la ciudadanía deja de creer que alguien puede hablar por ellos.

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República Dominicana no está en ese punto, pero tampoco está lejos de esa conversación.

Es responsabilidad del liderazgo político —gobierno y oposición— entender que la paz social no se sostiene solo con cemento, discursos o encuestas. La estabilidad se sostiene con confianza, y la confianza solo es posible cuando existen voces fuertes, diversas y legítimas que articulen los dolores y aspiraciones de la gente.

El problema hoy no es que la Fuerza del Pueblo marchó. El problema es quién no marchó, quién no habla y quién dejó vacíos los espacios donde antes se defendía con pasión el interés colectivo.

La calle está huérfana de voceros. Y un país sin voceros es un país sin válvulas de escape.

**REDACCIÓN FV MEDIOS**