La caída estrepitosa de los valores morales y niveles de conciencia ciudadana en la casi totalidad de la sociedad dominicana está causando severos daños a la convivencia pacífica, a la higiene física y social, así como a la fortaleza de la familia que antes era de orgullo y ejemplo para nativos y extranjeros.
Recuerdo con orgullo y alegría cómo en campos y ciudades del país cada vecino limpiaba el frente de su casa, recogía la basura acumulada y le daba el mejor destino para evitar enfermedades y otras secuelas y ahora hay vertederos improvisados en esos espacios.
La gente ha ido perdiendo rápidamente esos valores que nos unían y que desde niños nos inducían a valorar la higiene, recogíamos cualquier papelito en las calles para dejarlo en un depósito y hoy, por el contrario, lanzan al frente y en las vías hasta los desechos de cualquier alimento que consumen sin que les cargue la conciencia.
La propia escuela, que antes era receptáculo y fragua de la moral hostosiana, ha dejado de lado esos valores, ni siquiera los profesores tienen la capacidad y conciencia de observar para para corregir y formar sobre la importancia de los buenos valores en ese sentido.
Las calles, avenidas, espacios públicos, elevados, puentes peatonales, aceras y contenes de las principales ciudades y pueblos lucen arrabalizados, debido a que los ayuntamientos han perdido la capacidad de limpieza, incluso la contaminación sónica.
Las leyes establecen sanciones claras y precisas en este sentido, pero la autoridad también ha perdido la capacidad de acción y la desidia ha permitido que el mal se imponga. Cada día las ciudades lucen más sucias, el desorden en los espacios públicos es mayor cada vez y vamos perdiendo la sensibilidad humana que antes nos elevaba.
Es preciso retomar la lucha por despertar la conciencia ciudadana, auspiciar y fortalecer programas educativos para que la gente despierte, recobre los valores perdidos y la conciencia ciudadana tenga de nuevo su esplendor. No permitamos que nos hundan en la basura, despertemos ya.
