Era marzo de 2022. El rublo ruso se desplomó, el valor en Londres de los gigantes Gazprom y Sberbank cayó en un 97%.
Largas filas comenzaron a formarse en los cajeros automáticos de Moscú. A los oligarcas se les confiscaron yates, equipos de fútbol, mansiones e incluso sus tarjetas de crédito. Rusia cayó en una gran recesión.
Este fue el resultado inmediato del intento más extraordinario de Occidente de contener financieramente a Rusia después de su invasión de Ucrania.
Entre las medidas más importantes estaba la confiscación de los activos oficiales en divisas del Estado ruso y, en particular, el congelamiento sin precedentes de las reservas del banco central por US$300.000 millones.
Los gobiernos occidentales deliberadamente evitaron utilizar frases como “guerra económica”, pero ciertamente parecía que había una batalla financiera con el Kremlin. Era mejor que la alternativa de la confrontación directa entre estados nucleares.
Han pasado cerca de dos años y se ha producido un gran cambio en este contexto económico.
En una larga y confusa entrevista esta semana, el presidente ruso Vladimir Putin exclamó alegremente que Rusia es la economía de más rápido crecimiento en Europa.
La semana pasada, el Fondo Monetario Internacional (FMI) destacó la fortaleza de la economía rusa cuando mejoró su previsión de crecimiento para este año del 1,1% al 2,6%.
Según las cifras del FMI, la economía rusa creció más rápido que todo el G7 el año pasado y volverá a hacerlo en 2024.
Estos no son sólo números.
El estancamiento en Ucrania el año pasado y la creciente expectativa de un conflicto congelado en el terreno a lo largo de este año se han visto apuntalados por la removilización de la economía rusa hacia su esfuerzo militar, especialmente en la construcción de frentes defensivos en el este y el sur de Ucrania.
¿Podrá Rusia sostener el crecimiento?
Los líderes occidentales sostienen que este modelo es totalmente insostenible a mediano plazo. Pero la pregunta es: ¿por cuánto tiempo podrá sostenerse?
Rusia ha transformado su economía en una economía de guerra movilizada. El Estado ruso está gastando una cifra récord en la era postsoviética.
El gasto militar y de seguridad, que representa hasta el 40% del presupuesto, ha regresado a los niveles de finales de la época de las URSS. Otras áreas de apoyo estatal a la población se han reducido para compensar la financiación de la producción de tanques, sistemas de misiles y defensas en la ocupada Ucrania.
Además de eso, y a pesar de las restricciones occidentales sobre el petróleo y el gas rusos, los flujos de ingresos de los hidrocarburos han seguido llegando a las arcas estatales.
Los barcos petroleros se dirigen ahora a India y China y la mayoría de los pagos se realizan en yuanes chinos en lugar de dólares estadounidenses.
La producción de petróleo de Rusia se mantiene en 9,5 millones de barriles por día, una cantidad que está apenas por debajo de los niveles de antes de la guerra.
El país ha eludido las sanciones comprando y desplegando una “flota en la sombra” de cientos de petroleros.
La semana pasada, su Ministerio de Finanzas informó que los impuestos a los hidrocarburos en enero excedieron los niveles observados en enero de 2022, justo antes de la invasión.
El actual flujo de divisas hacia el petróleo, el gas y los diamantes rusos también ha ayudado a aliviar la tensión sobre el valor del rublo.
Los líderes occidentales insisten en que esto no puede durar, pero reconocen su impacto.
Un líder mundial dijo recientemente en privado: “2024 será mucho más positivo para Putin de lo que pensábamos. Ha logrado reorganizar su propia industria de manera más eficiente de lo que pensábamos”.
Rusia expuesta
Pero esta forma de crecimiento económico ha aumentado considerablemente la dependencia de Moscú de los ingresos petroleros, de China y del gasto bélico no productivo.
A medida que la demanda de petróleo y gas alcance su punto máximo y la producción competidora del Golfo Arábigo entre en funcionamiento el próximo año, Rusia quedará expuesta.
Los aumentos estadísticos del producto interno bruto (PIB) derivados de la producción de tanques y proyectiles que luego explotan en el Donbas, en el este de Ucrania, también están lejos de ser productivos.
Entretanto, Rusia ha experimentado una fuga de cerebros de algunos de sus ciudadanos más talentosos.
La estrategia occidental no ha sido sitiar la economía rusa, sino participar en un juego del gato y el ratón para restringirle el acceso a la tecnología, aumentar los costos, limitar los ingresos y hacer que el conflicto sea insostenible a largo plazo.
“Preferiríamos que Rusia use su dinero para comprar barcos petroleros que tanques (de guerra)”, me dijo un funcionario estadounidense. En el mercado del petróleo, el objetivo de la política no es tratar de impedir que India, por ejemplo, compre petróleo ruso, sino limitar las ganancias de ese comercio que regresan a la maquinaria de guerra del Kremlin.
Pero esta resiliencia y estancamiento pueden durar al menos el resto de este año. Y esto ayuda a la clara estrategia del Kremlin de esperar un posible cambio de presidente estadounidense y una reducción de la financiación occidental para la defensa de Ucrania.
Activos congelados
Es por eso que ahora la atención está volviendo al papel central de esos cientos de miles de millones en activos financieros rusos congelados.
El presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, me dijo el mes pasado: “Si el mundo tiene US$300.000 millones, ¿por qué no utilizarlos?”. Todos esos fondos congelados deberían utilizarse para financiar los esfuerzos de reconstrucción de Ucrania, afirmó.
El Canciller del Reino Unido, Jeremy Hunt, y el Secretario de Asuntos Exteriores, David Cameron, respaldan la medida.
Cameron me dijo: “Hemos congelado estos activos. La pregunta es: ¿los vamos a utilizar?”.
Cameron señaló que “usar parte de este dinero ahora es, si se quiere, un pago adelantado de las reparaciones (rusas)” por su invasión ilegal de Ucrania, y podría utilizarse “para ayudar a Ucrania y ahorrar dinero a los contribuyentes occidentales al mismo tiempo”.
El G7 ha pedido a los directivos de sus bancos centrales que elaboren un análisis técnico y jurídico. Se entiende que esto es algo que les incomoda.
Un importante financista me dijo que hay riesgos de lo que él llamó “convertir al dólar en un arma”. Tradicionalmente, los bancos centrales disfrutan de inmunidad soberana respecto a este tipo de acciones.
Un plan que se está desarrollando utilizaría los fondos o las ganancias de las inversiones para recaudar decenas de miles de millones de dólares para Ucrania.
Pero se trata de un acto de delicado equilibrio. Si los activos rusos se confiscan de esta manera, ¿qué mensaje se envía a otras naciones, tal vez en el Golfo, Asia Central o África, sobre la seguridad de sus reservas en los bancos centrales occidentales?
Estas relaciones son algunas de las arterias centrales de las finanzas globales, en las que se reciclan cientos de miles de millones de dólares utilizados para pagar la energía en todo el mundo.
Putin ciertamente buscaba comunicar que China estaba emergiendo ahora como una alternativa, si no para Occidente, sí para las economías emergentes.
Los rusos también han indicado que emprenderán acciones judiciales ante cualquier incautación y, a su vez, tomarán activos similares de empresas occidentales congelados en bancos rusos.
Así que la batalla en la sombra sobre la economía de Rusia es esencial para entender hacia dónde se dirige este conflicto y la economía mundial.
La economía de guerra de Rusia no puede sostenerse a largo plazo, pero le ha dado al país algo de tiempo adicional. Occidente está a punto de subir la apuesta, después de que Rusia mostrara esta inesperada resiliencia.
La forma precisa de esta escalada financiera tendrá consecuencias mucho más allá de Rusia y Ucrania.
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