Cómo detectar si un hijo es víctima de “bullying”

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El 2 de mayo es el Día Mundial Contra el Bullying o Acoso Escolar, una problemática que afecta a millones de niños y adolescentes en todo el mundo y que causa al menos 200 muertes en forma directa cada año.

El bullying, o acoso escolar, se manifiesta a través de comportamientos verbales o físicos repetitivos que causan daño temporal o permanente en la víctima.

Entre sus consecuencias, se encuentran el bajo rendimiento escolar, síntomas de depresión, baja autoestima e incluso, el deseo de atentar contra la propia vida.

¿Cómo detectar si un hijo es víctima de «bullying»?

La agresión en la escuela no es novedad, pero sí lo son los nuevos estudios que atienden a este fenómeno que desde siempre cobró alguna victima. Especialistas dicen a Infobae.com cómo un padre puede saber si su hijo es acosado en la escuela.

Se dice que los niños a veces suelen ser crueles y quizás por una cuestión de estatus agreden a otros, muchas veces sin medir las consecuencias de sus palabras ni de sus actos.

Del otro lado queda quien sufre la agresión de un compañero de la escuela, hecho que quizás no olvide nunca más su vida. En realidad, ese «no olvido» no implica necesariamente recordar constantemente la situación en particular, sino que se traduce en la manera en que, como adolescente o adulto, se comunica y desempeña en cada plano de su vida futura.

La licenciada Cecilia Lotero (MN 37589), integrante del equipo profesional del Instituto de Psicología Argentino, analizó para Infobae.com las conductas de los niños que sufren acoso en la escuela y que los padres y maestros deben observar.

«Los niños que sufren acoso escolar o bullying son niños que tienen miedo, sobre todo de ir a la escuela y en ocasiones buscan excusas para no asistir a clases, se vuelven tímidos, temerosos, tienen dificultades para relacionarse con los demás (conductas de aislamiento). Tienen baja autoestima, están irritables y a la defensiva y tienen dificultades para integrarse con sus compañeros y jugar con ellos. En ocasiones pueden tener conductas regresivas (enuresis, encopresis, por ejemplo)», dice Lotero.

La agresión sufrida repercute directamente en el carácter del niño, haciendo que generalmente «esté solo, retraído, y generándole dificultades para integrarse a un grupo o relacionarse con las personas que lo rodean, sobre todo con niños de su edad. Buscan más la compañía de adultos, ya que muchas veces se sienten más protegidos -señala- por lo que muchas veces están tensos, nerviosos, con angustia, ansiedad, están irritables«.

Sobre todo cuando los adultos preguntan e insisten sobre las causas de su malestar es cuando esos estados son más notorios. Otra manera de percibirlo es el miedo que muchas veces sienten ante determinadas situaciones o cuando«ponen excusas para no asistir a clases, a actividades extraescolares o a cumpleaños».

Esas emociones y sentimientos pueden paralizarlos, haciéndoles sentir que no tienen manera de defenderse, provocando con esa actitud mayor agresión de los otros niños y por ello, en ocasiones, aceptan esas agresiones porque así se sienten «aceptados», señala la especialista.

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«Como consecuencia, son niños que tienen baja autoestima», destaca y ejemplifica: «piensan: `Soy malo para hacer deportes´; `Nadie quiere jugar conmigo´; `Soy el gordo, el flaco, el tonto, el defectuoso, etc.´. A veces también son agredidos por ser inteligentes o estudiosos, situación que también genera aislamiento y dificultades para integrarse a su grupo de pares».

 Qué tipo de adulto será el niño agredido
La historia personal de cada persona condiciona la vida futura; por ende, la violencia recibida en la infancia puede dificultar la vida adulta del agredido.

Entre las consecuencias del «bullying» está la baja de autoestima: «el adolescente o adulto cree que no sirve, no se siente capaz de lograr lo que se propone o incapaz de tener amigos, también sufre de ansiedad, depresión, fobia durante la escolaridad media, padece dificultades en la socialización», aseguró Lotero.

También puede fomentar conductas agresivas para con ellos mismos o con personas que lo rodean. Esta última, como una forma de venganza, y también puede haber «repercusiones negativas en el desarrollo de su personalidad», sostuvo.

Cuál debe ser el rol de los mayores frente a un niño agredido
Es importante generar un canal de comunicación adecuado entre padres e hijos para que el niño logre confianza y cuente aquello que le pasa, porque lo sufre y padece, y cómo se siente ante la situación de sumisión y agresión continúa. Lo importante es, una vez que el niño logró abrirse y contar su realidad, escucharlo y creerle.

«Muchas veces sucede que los adultos desestiman o descalifican lo que sus hijos les cuentan: es importante escucharlos y valorizar lo que ellos relatan» -dijo Lotero y enfatizó- «Es importante, como adultos, estar atentos y conocer cuál es el ambiente en el que se desarrollan los niños, quiénes son sus compañeros y amigos, saber cómo se sienten, sobre todo en el ámbito escolar, y observar atentamente los cambios de conducta o modificación del rendimiento en la escuela».

Respecto a los docentes, la especialista indicó que «ellos deben estar atentos y observar lo que sucede entre los alumnos, no sólo en el aula sino también en el recreo. Ante alguna situación de violencia, descalificación o agresión entre compañeros, lo mas adecuado es siempre resguardar la seguridad de todo el grupo».

Por lo tanto, si existe agresión física, es importante intervenir rápida, directa y contundentemente con la premisa tolerancia cero.

Sería fructífero que se trabaje en el aula con la integración grupal, estar atento a aquellos niños que se encuentran aislados o tienen dificultades para comunicarse o relacionarse con los demás  y poder activar canales seguros de comunicación entre alumnos, docentes y padres, destacó la profesional.

Los cómo, para Loreto serían la introducción de espacios de tutorías para  educar en valores, convivencia, tolerancia, respeto, solidaridad, etc.

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«Reunirse con padres puede ser de suma importancia para contrastar sus relatos con otros indicios, observar aquellos lugares en donde se puede producir la agresión», concluyó.

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