China está enviando drones a una isla a 100 km de Taiwán. El problema es que Japón y EEUU la están llenando de misiles – FGJ MULTIMEDIOS

0
55


Miguel Jorge
Miguel Jorge
La pequeña isla japonesa de Yonaguni, situada a apenas a poco más de 100 kilómetros de distancia de Taiwán, ha pasado en cuestión de meses de ser un enclave remoto con un modesto destacamento de autodefensa a convertirse en uno de los puntos más sensibles del equilibrio estratégico en Asia. Estados Unidos, China y la propia Japón están llevando sus disputas hasta el pequeño enclave.
Una isla como frente. La intensificación de los vuelos de drones chinos sobre la isla y el estrecho, interceptados en dos ocasiones consecutivas por cazas japoneses, ha reforzado la percepción en Tokio de que la primera cadena de islas está entrando en una fase de inestabilidad crónica. 
Japón, consciente de la posibilidad real de un conflicto alrededor de Taiwán, ha decidido convertir Yonaguni en un nodo defensivo plenamente integrado: un lugar donde ya opera un FARP estadounidense que extiende el alcance de los helicópteros del Cuerpo de Marines, donde se consolidan capacidades de vigilancia electrónica y donde avanza la instalación de misiles de defensa aérea como el Type 03 Chu-SAM
Armas y más armas. Este sistema, capaz de rastrear cien blancos simultáneos y abatir doce de ellos con misiles Mach 2.5, implica que Japón empieza a dotar de dientes a una posición cuya mera proximidad a la isla democrática la convierte en una plataforma adelantada para detectar, disuadir o incluso contestar un posible ataque chino. 
Para Tokio, reforzar Yonaguni no es una provocación sino una póliza de vida nacional: cualquier ataque sobre Taiwán, tal y como declaró la nueva primera ministra Sanae Takaichi, constituiría una amenaza existencial para el archipiélago.
La reacción de Pekín. China, que interpreta toda medida defensiva japonesa como un peldaño más en un cerco estratégico promovido por Estados Unidos, ha reaccionado con una dureza creciente. Desde comparaciones históricas hasta amenazas veladas, pasando por la convocatoria del embajador japonés y la suspensión de intercambios económicos, Pekín enmarca la instalación de misiles en Yonaguni como un “acto ofensivo” que vulnera el espíritu de la normalización bilateral de 1972. 
La retórica ha ido in crescendo tras las palabras de Takaichi sobre la posibilidad de que Japón intervenga militarmente en caso de un ataque a Taiwán, algo que China considera una invasión del espacio diplomático reservado a Washington. El clima se ha deteriorado a tal nivel que un diplomático chino llegó a publicar (y retirar) una amenaza directa contra la primera ministra, mientras el gobierno central cancelaba reuniones, frenaba importaciones y llamaba a boicotear viajes a Japón, hundiendo la afluencia de turistas chinos que representaban casi un tercio de los visitantes extranjeros. En paralelo, China ha intensificado sus demostraciones militares, difundiendo vídeos de misiles hipersónicos YKJ-1000 destruyendo objetivos japoneses, un mensaje diseñado para subrayar que cualquier ampliación de la huella militar nipona tendrá respuesta.
El dilema estratégico. Lejos de retroceder, Japón ha adoptado un tono inusualmente firme. Bajo el liderazgo de Takaichi, heredera política del nacionalismo estratégico de Shinzo Abe, Tokio ha hecho de Yonaguni la manifestación tangible de un giro doctrinal: aceptar que la estabilidad japonesa pasa por impedir que China domine el estrecho de Taiwán. De ahí la proliferación de instalaciones radar, capacidades de guerra electrónica y planes adicionales que contemplan sistemas como Patriots estadounidenses, Typhon del US Army, HIMARS y los NMESIS dotados de misiles NSM, capaces de negar el acceso a navíos chinos alrededor de la costa oriental taiwanesa. 
Estados Unidos respalda discretamente este rediseño: aprobó ventas de NASAMS y repuestos a la Fuerza Aérea de Taiwán, desplegó helicópteros CH-53E en Yonaguni (un hito sin precedentes) y coordina con Japón una doctrina que asume que, ante un estallido de hostilidades, los Marines deben operar desde la propia zona de letalidad de los misiles chinos. Todo ello posiciona a Yonaguni no solo como observatorio avanzado, sino como un punto crítico cuya defensa y supervivencia condicionaría los primeros compases de cualquier crisis en el estrecho.
El endurecimiento de Taiwán. Mientras Japón refuerza la primera línea, Taiwán asume que el tiempo para prepararse se agota. El presidente Lai Ching-te ha anunciado un aumento masivo del gasto militar, elevándolo en 40.000 millones de dólares hasta 2033, con una hoja de ruta que lo situará en el 3,3% del PIB en 2026 y con la ambición declarada de llegar al 5% antes de 2030. 
Lo que plantea Taipéi no es un simple rearme, sino un rediseño integral: nuevos misiles y drones, integración de IA en sistemas existentes, protección contra operaciones de infiltración, mejora drástica de adquisiciones (frecuentemente retrasadas en Estados Unidos) y medidas contra la represión transnacional china dirigida a taiwaneses en el exterior. Para Lai, la amenaza más peligrosa no es un desembarco chino sino la erosión interna: que Taiwán “se rinda” por presión psicológica o económica. Rechaza de plano el modelo de “un país, dos sistemas” y afirma que la única vía para mantener la paz es hacer que una invasión resulte demasiado costosa para Pekín. Estados Unidos, a través de su representación de facto, ha calificado la decisión como un paso crucial para reforzar la disuasión.
Un polvorín estratégico. La yuxtaposición de movimientos militares japoneses, amenazas chinas y un rearme sin precedentes de Taiwán produce un “tráfico” que eleva el riesgo de errores de cálculo. Los expertos advierten que un comentario mal calibrado, un overflight no comunicado o un incidente marítimo podría acelerar una espiral difícil de contener, especialmente cuando Pekín intenta utilizar sus contactos con Washington para presionar simultáneamente a Tokio y Taipéi. 
En ese contexto, Yonaguni se convierte en símbolo y detonador: demasiado cerca de Taiwán para ser irrelevante, demasiado expuesta para ser invulnerable y demasiado estratégica para que cualquiera de las partes renuncie a su control o influencia. Plus: la isla se encuentra a la vez dentro del alcance inmediato de los misiles chinos y dentro del concepto estadounidense de operaciones avanzadas distribuidas, lo que significa que podría ser tanto un multiplicador de la defensa aliada como un objetivo prioritario en el primer minuto de una guerra. 
Un frágil equilibrio. En resumen, China endurece su postura, Japón renuncia definitivamente a la ambigüedad, Taiwán acelera el blindaje de su soberanía y Estados Unidos consolida su papel como garante operativo. En medio de todo ello, Yonaguni emerge como un microcosmos donde se prueba la resistencia de ese orden regional. 
Un enclave de apenas 1.700 habitantes que, por su posición geográfica, se ha convertido en termómetro, frontera y barrera. Su futuro inmediato (despliegue de misiles, presencia estadounidense, represalias chinas, cooperación taiwanesa) definirá no solo la seguridad del estrecho, sino hasta qué punto el Indo-Pacífico puede evitar que la acumulación de fuerzas derive en el conflicto que todos temen pero, por si acaso, todos están preparando librar.
Imagen | Tokyo-Good, U.S. ARMY, Paipateroma, Picryl, Google Earth
En Xataka | China le ha dibujado una línea roja muy clara a Japón: ser aliada de Estados Unidos bien, apoyar a Taiwán mal
En Xataka | Los países comunistas tienen una larguísima tradición de purgas militares. Y China se está sumando a ella 

Los mejores comentarios:
En Xataka hablamos de…
Ver más temas
Tecnología
Videojuegos
Entretenimiento
Gastronomía
Motor
Estilo de vida
Economía
Ediciones Internacionales
Destacamos

Más sitios que te gustarán
Reciente
Ver más artículos
Xataka TV
Ver más vídeos

source



Source link