Nayib Bukele ordenó el despliegue de miles de soldados y policías en Apopa, un suburbio obrero de la capital San Salvador, cinco días antes de su segunda toma de posesión como presidente de El Salvador.
Luego llenó su cuenta X con fotos del despliegue y anunció, una vez más, persecución de delincuentes. También, de forma más discreta, el ejército salvadoreño empezó a desplegar decenas de soldados por el centro de la ciudad, donde este sábado Bukele jura su segundo mandato, al que accedió tras ser reelegido con abrumadora mayoría a pesar de mandatos constitucionales que prohíben el ejercicio de dos términos presidenciales consecutivos.
En la víspera de la juramentación, programada para arrancar este sábado a las 8:00 a.m. hora local en el centro histórico de San Salvador, la fuerza pública arrestó, además, a tres líderes sociales que han mostrado posturas críticas, entre ellos a José Santos Melara, un veterano de guerra que ha liderado protestas multitudinarias y reclamos contra el gobierno.
Los despliegues militares fueron comunes en el primer gobierno Bukele, que hizo de la seguridad pública su principal apuesta y pilar de su popularidad. Uno de los ejes de esa política, acaso el más importante, ha sido un régimen de excepción que limita los derechos constitucionales de asociación, libertad de movimiento y de debido proceso, el cual está vigente desde el 27 de marzo de 2022 a pesar de que la medida está contemplada en la ley como una de carácter temporal. Bukele decretó este régimen extraordinario después de que se rompió un pacto de gobernabilidad entre su gobierno y las pandillas MS13 y Barrio 18.
El régimen de excepción, sumado a otras reformas legales aprobadas por el congreso del país, que desde 2021 está dominado por una supermayoría bukelista, permitió al presidente consolidar la baja de homicidios que el país centroamericano empezó a ver hace casi una década.
Las políticas de seguridad pública también obligaron a una transformación de la MS13 y el Barrio 18 que las ha empujado a disminuir su actividad en los barrios y pueblos de El Salvador que antes controlaban. Para lograr esto, entre otras cosas, Bukele y sus funcionarios protegieron de la extradición a Estados Unidos a varios líderes de la MS13 y, a algunos de ellos, les permitieron salir de la cárcel e incluso huir de El Salvador.
Han sido las mejorías en la seguridad pública, según coinciden los propagandistas de Bukele pero también analistas independientes, las que dieron al presidente la popularidad de la que goza, que lo aupó a una fácil reelección en los comicios celebrados en febrero anterior.
Este sábado, en la plaza central de la capital salvadoreña, acompañado de miles de seguidores a los que el gobierno llevará en autobuses alquilados a compañías de transporte, Bukele estrenará las renovadas instalaciones del Palacio Nacional, un edifico de arquitectura neoclásica que fue intervenido a última hora por empleados públicos en la previa de la inauguración: en mayo el gobierno removió baldosas centenarias que habían sido importadas de Bélgica para reemplazarlas con otras de fabricación reciente para escándalo de historiadores y críticos.
A la fiesta de Bukele acudirán media docena de mandatarios latinoamericanos, el rey de España y una delegación estadounidense encabezada por Alejandro Mayorkas, el secretario de seguridad interna de Joe Biden. Entre las visitas de América Latina, la más destacada en los medios de prensa locales ha sido la de Javier Milei, el mandatario argentino que comparte algunas formas irreverentes y controversiales con el popular salvadoreño, y quien, al igual que Bukele, llegó por primera vez al poder renegando de la clase política de su país. Una ausencia destacada es la de Bernardo Arévalo, el presidente de Guatemala, que es, antes que Estados Unidos, el principal socio comercial de El Salvador.
Los retos del segundo mandato
El mismo día en que los salvadoreños reeligieron a Bukele votaron también por nuevos diputados del congreso unicameral. Los resultados de la presidencial dieron a Bukele una cómoda victoria que nadie objetó, más allá de los señalamientos de que la candidatura misma era inconstitucional.
En las legislativas Bukele volvió a ganar supermayoría luego de reducir, a través de una reforma previa que también fue ilegal porque estuvo hecha fuera de los plazos establecidos en la ley, el número de curules en el congreso; esas elecciones, además, estuvieron plagadas de señalamientos de irregularidades como la prohibición a la prensa independiente de presenciar los conteos, la caída del sistema informático del Tribunal Suprema Electoral durante horas y, en algunos casos, el decomiso ilegal de urnas. Como sea, al final, el bukelismo se afianzó de nuevo en la Asamblea Legislativa.
Ya en el primer mandato, tras lograr su primera supermayoría en la legislatura 2021-2024, Bukele hizo las reformas de ley y los nombramientos clave que le han dado el control absoluto del Estado, incluidos los poderes legislativo y judicial, la fiscalía general, la corte de cuentas, el mismo tribunal electoral, entre otras instituciones.
Así, sin contrapesos, Bukele entrará a un segundo mandato en el que la oposición en la Asamblea se cuenta con los dedos de una mano y al que la prensa independiente enfrenta abrumada por constantes amenazas de persecución y restricciones en el acceso a la información pública; las restricciones al periodismo arrancarán el mismo día de la toma de posesión: el último día de mayo, en la previa de la juramentación, la Asociación de Periodistas de El Salvador denunció que Casa Presidencial ha negado credenciales a reporteros independientes o incluso ha revocado algunas que ya había otorgado.
No serán ni la oposición política ni la prensa los obstáculos que Bukele deberá enfrentar; las trabas más importantes que el presidente tiene frente a él son la economía y la salud financiera del Estado.
Uno de los datos que el gobierno no ha podido esconder es el de la pobreza. De acuerdo con un reporte del periódico La Prensa Gráfica, basado en cifras del Ministerio de Economía, la pobreza aumentó cinco puntos en el primer mandato de Bukele: de 22.8% de hogares en 2019 a 27.2% en 2023. Eso a pesar de que en esos años la economía, impulsada en parte por el rebote postpandemia, creció a un ritmo levemente mayor a las cifras anuales recientes.
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