De los intelectuales a la oligarquía: un tránsito del ideal ético al poder económico

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“No debemos permitir que los varones que educamos sean sobornables o apegados a las riquezas”. – Platón, La República.

Por Luis Ruiz Pou

Hace siglos, cuando la modernidad apenas despertaba, surgió una idea poderosa: la política debía estar guiada por la razón, la virtud y la ética. Los filósofos ilustrados —Rousseau, Montesquieu, Voltaire— se proclamaban intérpretes de la voluntad general, convencidos de que solo la inteligencia podía gobernar. Hoy, en cambio, el poder se concentra en manos de una oligarquía económica que sustituye la razón por el cálculo financiero y la virtud por la rentabilidad.

Rousseau sostenía que la política debía ser un ideal ético que trascendía los intereses particulares, mientras Montesquieu y Voltaire defendían que el poder debía someterse a la crítica racional, incluso bajo el despotismo ilustrado. Los intelectuales se entendían como servidores de la verdad, capaces de denunciar abusos y orientar reformas. Aunque no siempre gobernaban directamente, su influencia era ética y cultural, un contrapeso frente a la influencia corrupta de la oligarquía.

Los intelectuales se presentaban como guardianes. Su misión era iluminar al soberano y al pueblo, convencidos de que el conocimiento debía ser la brújula del gobierno. Hoy, en contraste, la oligarquía ha sustituido esa ética por la corrupción: gobierna no con principios, sino con privilegios; no con razón, sino con intereses.

**El capital como soberano**
Las decisiones políticas se subordinan a los mercados, a los grupos de presión y a las élites financieras. Los expertos ya no son filósofos, sino economistas que traducen la vida en cifras. La voluntad general se diluye en encuestas y algoritmos, mientras la oligarquía dicta la agenda. Ayer se temía que el pueblo no estuviera preparado para gobernar; hoy, se le convence de que no tiene derecho a hacerlo.

**El poder sin virtud**
La oligarquía contemporánea gobierna desde la opacidad, donde la corrupción se convierte en método de supervivencia. El interés privado como norma: las decisiones políticas se subordinan a negocios, pactos ocultos y favores, desplazando cualquier noción de bien común.

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**La ética sustituida por cálculo**
Si los intelectuales apelaban a la conciencia, la oligarquía apela al beneficio inmediato, incluso a costa de la ciudadanía. La ironía del presente: ayer se temía que el pueblo no estuviera preparado para gobernar; hoy, se le convence de que debe aceptar la corrupción como inevitable.

La historia revela un tránsito inquietante: de la ética de los intelectuales a la corrupción de la oligarquía. El desafío actual es recuperar la virtud como principio político, rescatar la razón como instrumento de gobierno y devolver a la ciudadanía la dignidad que la oligarquía le arrebata.

Si ayer la pluma era el arma contra la tiranía, hoy la chequera es el instrumento de la corrupción. La pregunta es si tendremos la fuerza de devolverle a la política su ética perdida.

Deben establecerse normas claras que prohíban cualquier forma de soborno o incentivo ilícito. Es necesario definir límites y procedimientos para la aceptación de regalos y hospitalidad, evitando situaciones que puedan percibirse como intentos de influenciar decisiones.

**REDACCIÓN FV MEDIOS**