El 12 de julio de 1924 las tropas militares de los Estados Unidos, que mancillaban el suelo patrio desde el año de 1916, comenzaron a desocupar el territorio de la República Dominicana.
Fue un día jubiloso y de celebraciones, debido a que luego de ocho años de estar ondeando la bandera de los Estados Unidos, fue arriada tanto de la Torre del Homenaje como de las oficinas públicas, y la enseña tricolor dominicana, durante igual lapso engavetada, fue izada y comenzó a flamear en esos mismos lugares.
Cuenta la historia que al mediodía de aquella jornada, en la ciudad de Santiago, nuestra bandera también lució radiante en la Fortaleza San Luis, en un ambiente cargado de manifestaciones de patriotismo.
Nota al margen de esa ceremonia en Santiago, todavía con la infantería de marina americana en posesión de la fortaleza (la desocupación se completaría formalmente un par de meses después), es que ese lienzo fue un aporte del Ayuntamiento de la ciudad, con participación de alumnas de la Escuela México y las socias del Club de Damas, y su confección, para mayor significación simbólica, estuvo a cargo de Ercilia Pepín.
De eso se cumplen hoy exactamente 100 años, un siglo, ciertamente mucho tiempo, pero es un hecho que no debe pasar inadvertido como lo desearían los que prefieren borrar aquel histórico acontecimiento de la memoria del pueblo dominicano, como lo pretendió la dictadura servil de Trujillo que se encargó durante tres décadas de que el 12 de julio fuera borrado del calendario nacional.
Tuvo que llegar un gobierno progresista, encabezado por Juan Bosch, que invocaba la palabra libertad, para que se retomara la conmemoración, que finalmente instituyó mediante la Ley 50-63 del 22 de julio de 1963, el “Aniversario de la Desocupación del Territorio Nacional por las Fuerzas Norteamericanas”.
Probablemente hoy la efeméride sea reivindicada de manera aislada por alguna entidad oficial o patriótica, a lo que nos sumamos y aportar, en lo que pueda valer, para que se mantenga viva la dignidad nacional y exaltar a los que aquella vez supieron defender nuestra soberanía, al igual que se hizo en 1965 durante la segunda intervención gringa, y para condenar al zafacón de la historia a aquellos malos dominicanos que, o pelearon en contra de su pueblo, o simplemente ofrecieron su apoyo al intruso extranjero.