Cada uno de nosotros es una mezcla única de rasgos heredados tanto de nuestra madre como de nuestro padre, que configuran no solo nuestra apariencia física sino también ciertos comportamientos y predisposiciones.
Para ello nos adentramos en la genética, en las características menos conocidas que también se transmiten de generación en generación, revelando conexiones inesperadas con nuestros antepasados.
Más allá de saber que el color del cabello o de nuestros ojos lo hemos heredado de nuestros padres, la mecánica de la transmisión genética es más compleja y detallada de lo que pueda parecernos a primera vista.
¿Cómo funciona la transmisión genética?
En el centro de todo está nuestro ADN, el plano molecular que marca el desarrollo y la función de todo organismo vivo.
Los humanos tenemos 23 pares de cromosomas (o 46 cromosomas), de los que heredamos un juego de cada progenitor (cada par de cromosomas contiene un cromosoma de la madre y uno del padre).
Como curiosidad, los científicos descubrieron los cromosomas por primera vez en el siglo XIX, cuando observaban las células a través de microscopios ópticos. Y cada cromosoma tiene genes (un gen es un segmento de un cromosoma), que son los codificadores de las instrucciones para construir proteínas e influir en los rasgos que luego tenemos cuando nacemos.
Problemas oculares como la miopía, una afección habitual de la visión que suele aparecer durante la infancia y la adolescencia. Suele ser hereditaria.
Al igual que el daltonismo que es un rasgo ligado al cromosoma X. Los varones se ven especialmente afectados, ya que no tienen otro cromosoma X para contrarrestar esta característica.
Por: Elvis Minaya