Tarzán ganó 3 oros en París

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La hazaña ocurrió en las Olimpíadas del 1924

La voz de Edmond Dehorter se oía con perfecta claridad en la radio cuando narraba los combates de boxeo en directo desde las instalaciones del Estadio Colombe, en las afueras de París, donde se celebraban las Olimpíadas del 1924, gracias a Coubertin. Pero esas peleas no las oyó Tomás Hernández Franco, que aficionado como era, no se perdía ninguna. Hacía tres años que andaba de parranda en parranda y de librería y biblioteca como el que atraviesa el Sahara y busca agua. Tenía 20 años.

Era el París de los Ford de palitos, con un tránsito caótico cuando las “máquinas” desplazaron las carretas y la gente atravesaba aquellas anchas avenidas haussmanas como hormigas tras azúcar, cruzando por donde quiera esquivando tranvías, bicicletas, coches, carros pioneros y caballos.

Los tres mil 89 atletas de 44 países que se alojaron en la Villa Olímpica no tenían el mínimo estrés. Ganar una competencia no era una cuestión de vida o muerte. Parece que aprendieron la filosofía del Barón y, la hermandad, cogía fuerza cada día, tal como lo escribió Hemingway: los juegos eran para acercar los pueblos sin importar el tipo de gobierno, ni la religión… cada cual con su cultura. Un país no iba a ganar medallas para demostrar que era el más fuerte y el más hegemónico, no obstante estrenarse la consigna, por primera vez de Citius, Altius, Fortius, más rápido, más alto y más fuerte.

Los soviéticos, con 7 años de revolución bolchevique y concentrados en sus planes económicos quinquenales, consideraban que aquello era una pendejada de burgueses sin oficio y no participaron.

Muñequito de Tarzán, Pierre de Coubertin y Edgar Rice Burroughs.

Los uruguayos, pateando una pelota de cuero de vaca, media desinflá, les ganaron a los suizos 3 a 0 y que todavía celebran como si el reloj no hubiese sido inventado por sus rivales.
Estas Olimpiadas no tenían nada que ver con las del 1900 celebradas allí mismo, pero más que una competencia entre naciones, se presentaron como concursos deportivos y como parte del programa de la gran Exposición Universal que acaparaba toda la atención, instalada alrededor de la Torre Eiffel.
Continuaron, como en el 1900 las competencias en Arte: Arquitectura, Pintura, Literatura, Música y

Corredores finlandesess.

Escultura. Una chulería en bicicleta. N’est pas?

En la del 1924 los corredores finlandeses, los “voladores”, arrasaron en las carreras de fondo. Paavo Nurmi ganó en 1,500 metros y ese mismo día, fue el campeón de los 5,000, impensable hoy día, con la ñoñería de los competidores que se creen dioses.

El inglés Harold Abrahams le ganó a su compueblano Liddel a quien el fanatismo religioso le impidió correr un domingo “de fiesta de guardar”.

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Lo que sí hay que destacar es la figura sobresaliente e inolvidable de aquella fiesta, un joven rumano, vecino de Drácula que había quedado anclado en “América”. Su cara de muchachón y careta de 20 años mostraban la esencia del resumen filosófico del olimpismo: su gran sonrisa, su bondadosa amistad, su musculatura natural que daba para él y repartir, y su destreza de pez “en su agua” que le dio 3 medallas de oro y una de bronce.

Fue tal su triunfo que la hazaña del gran salto de longitud de William de Hart pasó tan oscuro como su piel.

Era el inicio del cine y este no titubeó en reemplazar al Tarzán, casi cavernario, que interpretó Elmo Lincoln en 1918.

Paavo Numi.

En realidad, Johnny Weismuller se convirtió en el 8° “actor” que gritaba tal y como lo había escrito el escritor de novelitas aventureras, Edgar Rice Burroughs, que, así como el que no quiere la cosa, produjo más de 3 mil, compitiendo, en “pulp fiction”, con el español Marcial de la Fuente Estefanía.

En Ámsterdam, 1928, volvió a brillar en natación con el apodo, cinematográfico, que lo dio a conocer hasta en Nairobi, pero la gente ponía toda su atención en el hecho de que las mujeres pudieron competir, por primera vez, en atletismo a pesar de la oposición del propio Coubertin, que no pudo ir, dizque enfermo, y por la negativa del Papa Pio Xl.

Tarzán ganó aquí cinco oros y un bronce. Paavo Nurmi volvió a lucírselas con tres de oro en las difíciles carreras de fondo y medio fondo.

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En el siguiente video puedes apreciar ese París de aquellos juegos:



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