Kamala Harris es una abogada progresista del Partido Demócrata que ostenta el cargo de Vicepresidente de los Estados Unidos. Primera vez en la historia que este cargo lo desempeña una mujer, y primera persona negra en hacerlo.
En algunas de sus entrevistas se ha quejado de que fue víctima de racismo cuando pequeña porque los padres de chicos blancos no los dejaban jugar con ella. Parece que esto no la traumatizó demasiado porque se casó con un blanco.
Ante la declinación del presidente Joe Biden por evidentes signos de senilidad e incompetencia, y por el incremento significativo de la popularidad de Donald Trump después de que intentaran matarlo y se mostrara fuerte e invencible ante el mundo, Harris pasa a ser la presunta candidata presidencial en la próxima contienda electoral.
Esto a pesar de tener una de las tasas más bajas de aprobación que un vicepresidente haya tenido jamás.
Siendo Fiscal General de California, procesó a unos periodistas que denunciaron a la fundación pro aborto de Georges Soros, Planned Parenthood, por vender pedazos de bebés abortados. Soros es el tipo de gente que la respalda.
Durante su paso por el Senado, abogó por el control de armas y la legalización del uso de la marihuana.
Y como Vicepresidente, le encargaron, entre otras cosas, ocuparse de la frontera para tratar de detener la descontrolada invasión de inmigrantes. Evidentemente, no lo logró.
Pero no solo no lo logró, sino que fue insultantemente incoherente con respecto a la política migratoria de su país. Al principio decía que al ser todos los americanos descendientes de inmigrantes, Estados Unidos debía tener sus brazos abiertos para los que quisieran llegar. Para luego plantarse en la frontera y decirles: ni se les ocurra entrar.
Igual de incoherente (o peor) lo fue ante el conflicto palestino-israelí, diciendo que sentía empatía ante el sufrimiento de los palestinos en Gaza, al mismo tiempo que aprobaba un incontestable apoyo militar a Israel. Activistas palestinos la criticaron: “de qué nos sirve su empatía mientras nos bombardea”.
La mandaron también a Munich a negociar la paz entre Rusia y Ucrania, y días después Putin invadió. Ha sido incapaz de resolver un solo conflicto, que consolide su imagen como gestora pública.
Apoyó las protestas del movimiento marxista Black Lives Matter, por considerarlas esenciales para el cambio hacia un sistema más justo, e incitó a la violencia y al desorden, sin la más mínima compasión hacia las víctimas de las crueles agresiones en las calles ni hacia los propietarios de los negocios destruidos.
Muchos miembros de su personal le renunciaron, alegando que los maltrataba de una manera que “destruía el alma”, porque descargaba sobre ellos su frustración de no sentirse competente.
Lleva solo días siendo la posible candidata presidencial y ya se le han agarrado algunas falsedades en su discurso contra Trump.
Con todos estos desaciertos, y sin logros tangibles que exhibir, esta señora podría convertirse en la persona más poderosa del planeta.
Pero es mujer y es negra. Habrá que decir que sirve para el puesto.
