Niños de familias pobres que trabajan representan 10% del ingreso

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El trabajo infantil es, según la definición de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), “todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”. No todas las actividades por debajo de la edad mínima de admisión al empleo son trabajo infantil. Pero sí lo son las tareas peligrosas, o no remuneradas, que atentan contra el bienestar físico, mental o moral de una niña o niño e interfieren con su escolarización, o les exigen combinar el estudio con un trabajo pesado.

El trabajo infantil sigue afectando a 8,2 millones de niñas, niños y adolescentes, desde los 5 hasta los 17 años, en América Latina y el Caribe, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). La mayoría de estos menores son adolescentes varones, y cerca de un 33 por ciento son niñas. Más del 50 por ciento de los niños realizan trabajos peligrosos para su salud, su educación y su bienestar, señala UNICEF en su página web.

Los esfuerzos por cumplir con la meta de las Naciones Unidas en su Agenda 2030, de eliminar el trabajo infantil hasta 2025, se han visto frenados en la región por la pandemia de COVID-19. En las últimas décadas, América Latina y el Caribe habían reducido la tasa de trabajo infantil en más del 50% (1998-2020).

“Al inicio del año 2000, había 18 millones de niños trabajando, y al inicio de la pandemia eran 8 millones, es decir, que las cosas marchaban bien. Pero la pandemia, unida a las crisis económicas y a los desastres naturales, ponen en riesgo a las poblaciones más vulnerables, con lo cual los niños y las niñas se incorporan a trabajar”, explica a DW Pilar Rodríguez, coordinadora de la Iniciativa Regional América Latina-Caribe Libre de Trabajo Infantil.

Una alianza de 31 países, organizaciones empresariales y sindicales, la OIT y otros socios. “Todo eso hizo que esa cifra aumentara en 2022, sobre todo en países con gran número de habitantes, como México (un 13,1 por ciento) y Brasil (un 4,9 por ciento)”.

“Para poder llegar al 2030 como fecha emblemática para eliminar el trabajo infantil, necesitaríamos reducir ese fenómeno a un ritmo de casi dos millones de niños y niñas al año”, agrega. ¿Una meta realizable? “Todo va a depender de los esfuerzos, de los compromisos de los países, y de los recursos con los que se cuente para ello”, indica.

El 2030 es una fecha emblemática para eliminar el trabajo infantil. Foto: GregMontani/Pixabay

Generar empleo con salarios dignos como medida

¿En qué consisten esos esfuerzos en concreto? “Hay que apuntar a las medidas preventivas”, dice Pilar Rodríguez, “porque sacar a un niño o una niña de un trabajo en el mercado solo hace que otro tome su lugar”.

Y nombra tres elementos fundamentales: “Generar empleo decente para las personas adultas, con salarios dignos que les permitan mantener a sus familias, para que los niños no trabajen. Lograr que haya educación gratuita y de calidad para todos los niños y niñas, para que puedan terminar la educación secundaria obligatoria, con programas de retención escolar, becas, alimentación en las escuelas, tutorías de refuerzo, entre otras cosas”, detalla.

Y, ligado a eso, “programas de protección social, que incluyan viviendas sociales. Es decir, ampliar la justicia social, para terminar con la desigualdad socioeconómica. Es necesario avanzar en eso para reducir el trabajo infantil”, sostiene. “Sin esfuerzos de los gobiernos y de los actores sociales, no se logrará”.

El trabajo infantil en una familia en situación de pobreza representa cerca del 10% del ingreso. Pero si ese niño o niña no puede ir a la escuela, la falta de educación escolar hará que, a mediano y largo plazo, el ingreso familiar se reduzca en un 25%, por las limitaciones de la falta de educación escolar, afirma la experta. Es decir, es pan para hoy, y hambre para mañana.

Según la coordinadora de la Iniciativa Regional América Latina-Caribe Libre de Trabajo Infantil, la pobreza en la región “tiene causas estructurales, como, por ejemplo, el trabajo informal, salarios que no permiten vivir dignamente, y la falta de viviendas accesibles para un gran número de la población, que vive en condiciones de vulnerabilidad social”.

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Trabajo infantil en zona rurales y en computadoras

El informe de OIT-UNICEF de 2021 estima que hay niños y niñas sometidos a trabajo infantil tanto en zonas rurales como urbanas, y que un 48,7% trabaja en el sector agrícola de América Latina y el Caribe.

Un poco menos del 50% trabaja en el ámbito familiar. “Un alto número de niños y niñas trabajan en actividades agrícolas y domésticas familiares”, aclara Pilar Rodríguez. Este es un nicho de gran importancia para enfocar los esfuerzos, en primer lugar, para dar visibilidad al fenómeno, y lograr erradicar el trabajo doméstico, que “afecta, sobre todo, a niñas y adolescentes mujeres”, subraya.

Al ser un ámbito privado, el trabajo infantil agrícola y doméstico en el marco de la familia se mantiene oculto. Pero existe. Como existe el que ahora toma un nuevo rostro: el de las plataformas en internet.

“Sabemos que hay niñas y niños que pasan horas trabajando detrás de una computadora, y esto, por ahora, no lo podemos controlar. Pero no lo desconocemos, y es un punto ciego donde definitivamente tenemos que empezar a incidir”, alerta la experta.

Enfermedades físicas y psicológicas

Los niños que realizan trabajo infantil sufren lesiones físicas, enfermedades crónicas y discapacidades debido a las tareas pesadas y a la exposición a sustancias tóxicas, dice Pilar Rodríguez, que afectan su desarrollo y crecimiento.

La falta de sueño, que afecta al sistema inmunológico, causa estrés y ansiedad. Pero no solo el organismo de los menores se resiente: “Los problemas emocionales y psicológicos van desde la pérdida de autoestima hasta la depresión”.

“Y a eso se suma que cargan sobre sus espaldas con el peso y la presión de tener que contribuir económicamente en el hogar”. Y no se debe olvidar “la exposición al abuso físico, emocional y sexual”, advierte Pilar Rodríguez.

Y enfatiza: “Es necesaria la voluntad de todos los sectores, de la comunidad internacional, para ayudar a conseguir que América Latina y el Caribe estén libres de trabajo infantil. Porque se puede”.

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