Los invitados estaban ya en el restaurante cuando llegó acompañado de su esposa, Raquel, los ministros Pável Isa y Jochi Vicente, Daniel García Archibald, director de prensa de la Presidencia; de su equipo de seguridad, reforzado por el Servicio Secreto norteamericano, y de la embajadora Sonia Guzmán.
Apenas una hora antes había aterrizado en uno de los aeropuertos en las afueras de la capital norteamericana, en vuelo directo desde Santo Domingo. La esposa, vestida de blanco, y la embajadora, de negro. Elegantes ambas.
Ambiente distendido, temas serios salpicados de bromas y un presidente relajado, aumentada su tranquilidad por los números positivos de las últimas encuestas electorales. El restaurante El Cielo con una estrella Michelin como señal de la calidad de sus fogones, estaba reservado exclusivamente para el presidente Luis Abinader y sus invitados, un pequeño grupo de periodistas de diferentes medios dominicanos.
—Menos mal que doña Raquel está aquí, porque de lo contrario cenaríamos un par de “kipes ” y nada más dada la austeridad del presidente, bromeó uno de los invitados, seguido de la carcajada colectiva.
—Quiero darles la bienvenida a todos y agradecerles que aceptaran mi invitación. Este es una invitación personal de Raquel y mía.
La elección del restaurante, de decorado y servicio impecables, y con una propuesta culinaria atractiva, no fue casual.
—Este restaurante me lo sugirió una hija que pasó algún tiempo aquí en Washington. Hay otro en Miami.
—Lo que hablemos no es para ser publicado. Excepto un tema: ha estado lloviendo fuertemente en gran parte del país y este mayo será muy húmedo. Hemos acordado una serie de medidas para ir en socorro de las personas afectadas por las lluvias. Me preocupa esa situación y hablamos con la Junta Central Electoral, para que se entienda que las labores de socorro nada tienen que ver con mi campaña.
Entre risas, bocados y tragos la noche avanzaba. Los platos colombianos tradicionales, elevados al cielo por el chef Juan Manuel Barrientos, provocan chuparse los dedos. La comida hace honor al nombre del restaurante.
¿Las encuestas? El presidente da sus números, pero todo lo que se habla es “off the récord”.
—¿Y adónde irá Vicente en un nuevo gobierno?”
—Eso sí que está resuelto, lo hablamos ya en el avión. Lo vamos a enviar a Correos.
Risas a todo lo largo y ancho de la mesa rectangular que ocupa todo el comedor del restaurante.
El intercambio de opiniones sobre primer debate entre los aspirantes a la presidencia no podía faltar. Los comentarios de Abinader se quedan fuera de récord, pero coinciden plenamente con el análisis que habían hecho los periodistas invitados cuando se quedaron varados por un par de horas en el aeropuerto de Miami, por problemas mecánicos en el avión de American Airlines que los trasladaría a Washington.
Educación, salud, la oposición, las elecciones, la posible composición del próximo Congreso y tantos otros puntos que alimentan cotilleos, a las redes y las páginas de los periódicos asoman en la mesa. Las opiniones fluyen al mismo ritmo que el primer vino, un txakoli del País Vasco. Toda una sorpresa de atisbos cítricos, manzanas verdes y peras. Antes de unas codornices adobadas con toques de especies mágicas, sirven el próximo caldo: un Flor de Pingus espectacular, a la par en calidad con el último plato fuerte, lonjas de bisonte a las que una salsa, celestial tenía que ser, realza.
El presidente está contento. Será el primer mandatario dominicano en recibir el Chairman´s Award for Leadership in the Americas en una ceremonia solemne en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), razón de su viaje. Luego hablaría a la comunidad empresarial en Washington.
Se echa de menos la presencia del ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Álvarez Gil. Le ha tocado quedarse en el hotel dando un último vistazo al discurso que pronunciaría en la OEA en la 54 Conferencia sobre las Américas.
Los postres transportan a la mesa el embeleso de las frutas exóticas de los bosques colombianos, acompañados de una copa de ron dominicano, un Brugal 1888. A esos dulces suaves, tropicales, les viene bien la compañía caribeña.
El presidente está contento y se marcha con la sonrisa en los labios. Le aguarda un día de júbilo y de reuniones de trabajo.
En la tarde del miércoles volverá a Santo Domingo, a los problemas y a la campaña electoral. ¿Seguirá contento? ADC