La República Dominicana ha vivido uno de los años más desafiantes en términos económicos del período pospandemia. El país sufrió los embates de la inflación, la presión migratoria, una creciente crisis de salud mental y episodios de violencia. A ello se sumó una de las tragedias más dolorosas de la historia reciente, que enlutó al país y dejó una herida profunda en las familias afectadas y en la sociedad.
Sin embargo, también se manifestó lo mejor de la sociedad. La resiliencia, la solidaridad y la empatía que caracterizan al pueblo dominicano volvieron a brillar, demostrando la capacidad colectiva para superar adversidades.

La economía no creció al ritmo de años anteriores, aunque sí registró expansión. Ese crecimiento no siempre se tradujo en una mejora tangible en la economía cotidiana de los hogares. Para el año que inicia, analistas internacionales proyectan un escenario aún más demandante, tanto en lo económico como en lo geopolítico.
El contexto global cambia a un ritmo acelerado. Estados Unidos refuerza su influencia en América Latina, la Unión Europea pierde peso relativo y emergen nuevos bloques de poder. En el ámbito local, persiste el debate sobre una reforma fiscal, continúan las tensiones con Haití y la incertidumbre agudiza los desafíos en materia de salud mental.
A pesar de este panorama, es preciso abordar el nuevo año con optimismo y determinación. Se despide un período difícil y se recibe otro cargado de retos, pero también de oportunidades. Los dominicanos han demostrado reiteradamente su capacidad para salir adelante con trabajo, esfuerzo y dignidad.
Se cierra este ciclo con gratitud por las lecciones aprendidas y se abre el próximo con esperanza. Mantener la capacidad de sonreír, de solidarizarse y de conservar la esencia humana incluso en los momentos más difíciles, es lo que verdaderamente fortalece a la nación.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**



