Las explicaciones del Servicio Nacional de Salud tras el desplome ocurrido en el hospital Simón Stridels resultan preocupantes. No fue un “incidente menor”. Si algo se derrumba, algo falló. Y cuando falla una infraestructura hospitalaria, lo que está en juego no es solo cemento: son vidas humanas.
La calidad de las obras públicas ha sido un tema recurrente durante la gestión del presidente Luis Abinader. El listado es extenso y alarmante. Desde el puente Duarte —con los daños reiterados en sus juntas—, pasando por el derrumbe del edificio del Senado, el caos del kilómetro 9, el deficiente mantenimiento de elevados y túneles, las fallas en el Metro, la nueva autopista del Sur, la extensión del Metro hacia Los Alcarrizos… y eso solo por mencionar algunos casos.
Los fallos continúan. Algunos, incluso, han costado vidas, como ocurrió con el colapso de la losa del paso a desnivel de la avenida 27 de Febrero. En cada episodio se repite el mismo patrón: comunicados oficiales, comisiones investigadoras, declaraciones… y luego, silencio. Hasta el próximo incidente.
Insistir en que se trató de un derrumbe menor no solo es irresponsable, es incorrecto. Si algo se cayó, hubo un error. Y ese error obliga a preguntarnos cuántos errores más existirán en esta u otras infraestructuras que, además, están destinadas a un alto tráfico de personas: pacientes, médicos, ciudadanos.
La pregunta es inevitable: ¿cuándo alguien va a responder por estos fallos? ¿Cuándo habrá consecuencias reales? No podemos seguir conformándonos con simples comunicados mientras, desde el bolsillo de todos, seguimos pagando por la ineficiencia, la improvisación y la falta de responsabilidad.
Las comisiones no salvan vidas. La calidad, la supervisión y la rendición de cuentas, sí.
REDACCIÓN FV MEDIOS